Este apartado surgió hace un año con la idea de dar apoyo a padres y madres con los temas que más les preocupan en su día a día al cuidado de sus hijos, debido a que en la consulta nos encontrábamos que con mucha frecuencia nos remitían las mismas preocupaciones o dudas. Hay que tener presente que no es un manual, simplemente son notas breves a modo de información.

Para ello, hemos creado este espacio, a modo de blog, en el que cada mes tratamos un tema, o lo que hemos denominado: 12 meses, 12 pautas.

¿COMO ES EL SUEÑO DE LOS NIÑOS?

“La gente que dice que duerme como un bebé, generalmente no tiene uno” — Leo J. Burke.

¡Ah, dormir sin interrupciones…! ¿Te acuerdas de cuando dormías ocho horas cada noche sin despertarte para nada? Si tienes niños pequeños, seguramente te parecerá un recuerdo lejano. Según una encuesta realizada por la Fundación Nacional del Sueño Estadounidense en 2004, hasta un 69% de los niños menores de 10 años tienen problemas para dormirse y mantenerse dormidos. ¿Y qué hay del otro 31 %? ¿Cuál es su secreto?

EL SUEÑO DE LOS BEBES

Dormir, y mucho, es esencial para el correcto desarrollo físico y psicológico de tu bebé. Descubre cuántas horas necesitan dormir, si deben o no hacer siesta y algunos consejos para que aprendan rutinas de sueño.

La evolución del sueño

En el recién nacido la duración total del sueño suele ser de 16 a 17 horas al día, hacia los cuatro meses pasa de 14 a 15 horas y hacia los 6-8 meses de 13 a 14 horas. A partir de los 8-10 meses, la organización y los ciclos del sueño comienzan a ser muy parecidos a los del adulto.

0-3 meses

El bebé se pasa casi todo el tiempo dormido porque su cerebro es aún muy inmaduro. Permanece en posición fetal, con las manos cerradas y los brazos y piernas flexionados. Su sueño es poco profundo y discontinuo: se despiertan cada 3-4 horas, la mayoría de las veces por hambre.

3-6 meses

Sigue durmiendo mucho, aunque según se van acercando los tres meses, duerme las horas más seguidas y está más espabilado entre toma y toma. Su ritmo biológico evoluciona y puede comenzar a distinguir entre el día y la noche.

6-12 meses

Duerme entre 15 y 16 horas diarias. Por la noche suelen dormir entre 10 y 12 horas. El resto se reparte entre dos o tres siestas.

1-2 años A esta edad, los niños necesitan dormir entre 12 y 14 horas en total. Por la noche, pueden dormir del tirón 11 horas y el resto repartido en una o dos siestas.

La siesta

Un niño de menos de un año y medio puede hacer dos siestas, una después del desayuno y otra, más larga, después de la comida. A partir del año y medio se mantiene la de después de comer, pudiendo continuar con ella hasta los cuatro años por lo menos.

CONSEJOS PARA DORMIR AL BEBE

Hábitos de sueño bien definidos pueden ayudar a los niños a conciliar mejor el sueño.

Dormir también es un alimento para el cuerpo del niño. El niño que no duerme bien acabará teniendo problemas en su conducta o comportamiento. Por eso es tan importante, desde la más temprana edad, establecer horarios así como tiempo de sueño para los niños.

Crear hábitos y rutinas a la hora de dormir, apropiados a la edad de cada niño, puede ayudarle a conciliar mejor el sueño y a descansar bien ya que se sienten más seguros. Es conveniente determinar y respetar los horarios en que tengan que irse a la cama, bien como el de levantarse, día tras día. Las etapas del sueño infantil son muy personales, pero los padres deben ir orientándolas según las necesidades que tengan sus hijos.

Es decir, el organismo de los niños funciona como un mecanismo de relojería, por eso hay que establecer un horario y ser estrictos en su cumplimiento. Un crío acostumbrado a ir a la cama todos los días a la misma hora, empezará a sentir sueño cuando se acerca esa hora. En cambio, si no somos estrictos se generarán resistencias de dos tipos:

  • Una de tipo psicológico: el niño se opondrá si un día le acostamos demasiado pronto, y al otro demasiado tarde. Pensará que al día siguiente tiene derecho a lo mismo.
  • Otra de tipo fisiológico, ya que el organismo infantil no desarrollará el mecanismo de realizar sus funciones a la misma hora, en este caso dormirse.

Por tanto, hay que ser firmes y no permitir que se cambie la hora de irse a la cama. Lo cual no implica gritos ni violencia, sino tenacidad y persuasión. El mismo hecho de que lo convirtamos en un hábito, es decir, en un automatismo, hace la mitad del trabajo.

La otra mitad la realiza eso que llamamos ‘el ritual’. A los niños les gusta que ciertas cosas transcurran todos los días de la misma manera y en el mismo orden. El baño antes de cenar, la cena, hacer pis, ponerse el pijama… todo ello en nuestra compañía y como un juego placentero, les predispone a meterse en la cama y dormir.

Una vez entre las sábanas, el niño afronta el delicado momento de quedarse solo y a oscuras. Para aliviar este paso, ayuda mucho pasar un rato junto a su cama, una canción, algún cuento, unas palabras tiernas, el beso de buenas noches, un relajante ‘Duerme tranquilo que papá y mamá te cuidan’ y un peluche que sea un buen compañero para la travesía nocturna.

A partir de los 3 o 4 meses de edad es posible empezar a aplicar algunas reglas para lograr que el bebé adquiera un buen hábito de sueño, se duerma solito y no se desvele más de lo necesario.

  • Ritual: es imprescindible mantener una rutina diaria. Siempre hay que hacer lo mismo y en idéntico orden antes de acostarlo. Lo mejor es darle primero un baño que le ayude a relajarse, después la cena –sin permitir que se duerma mientras la toma– y a continuación, meterlo en la cuna, todavía despierto, para que no relacione los brazos con dormir. Prohibido sobreexcitarlo o estimularlo en este último rato.
  • Horario: conviene acostumbrarlos a dormir todos los días a la misma hora: entre las 20.00h y las 20.30h en invierno y las 20.30h y las 21.00h en verano.
  • Ponlo en su cuna cuando esté adormilado, no totalmente dormido. Consejo: cuando tu bebé tenga de 6 a 8 semanas, crea una escala de sueño del 1 al 10. El 1 es despierto totalmente y el 10 es dormido como un tronco. Espera a que tu bebé esté en el número 7 y ponlo a dormir. Mover los brazos y las piernas de forma menos vigorosa y no succionar con tanta fuerza (pasar de alimentarse, a succionar para calmarse) son signos claros de que está entrando en el mundo de los sueños.
  • Intenta no mirar a tu bebé a los ojos. Muchos bebés se estimulan muy fácilmente. Una mirada tuya amorosa puede hacer que pasen de estar cansados a estar en plena forma más deprisa de lo que tardas en decir: “¡Ay, no!”. Ver cómo tu bebé reacciona a tu mirada es maravilloso al mediodía y desalentador a medianoche. ¿Qué puedes hacer entonces? Bajarle el nivel a todo. Si tienes que entrar en el área donde está durmiendo tu bebé por la noche, no mantengas su mirada, hables o le cantes tu canción favorita de Juanes. Mantén tu mirada en su barriguita y acaríciale la espalda con suavidad y una voz dulce y tranquila.
  • Llévatelo al lado oscuro, las luces activan el botón biológico de puesta en marcha de tu hijo. Y al contrario, la oscuridad hace que el cerebro libere melatonina, una hormona clave para conciliar el sueño. Si tu bebé duerme más durante el día que por la noche, ayúdale a reconocer la diferencia. Durante el día, deja que entre mucho sol en la casa. Pon a tu bebé a que duerma siestas durante el día en cuartos bien iluminados (a menos que tenga problemas para dormir siestas). Para inducir el sueño por la noche instala reguladores de intensidad en las luces, no sólo en el cuarto de tu bebé sino en otras habitaciones donde los dos pasen mucho tiempo. Reduce la intensidad de la luz una o dos horas antes de la hora de irse a dormir por la noche, para establecer el ambiente. Las luces nocturnas están bien, pero escoge unas que sean pequeñas y de tono azulado y apagado (las de color amarillo y blanco brillante son más estimulantes).
  • Vestimenta: debe llevar un pijama cómodo y amplio, que abrigue lo suficiente para que sientan la necesidad de ser tapados o como mucho, con una manta fina remetida por los pies para que al moverse –los bebés suelen dar muchas vueltas sobre sí mismos– no se sientan atrapados. Los pijamas-manta son una buena opción.
  • Habitación: al principio, el bebé duerme con los padres, aunque, según recomiendan los expertos, alrededor de los seis meses se le debe instalar en su cuarto y en una cuna. La habitación del bebé debe estar bien ventilada y a una temperatura de entre 20ºC y 23ºC.
  • Postura: los bebés han de dormir boca arriba, postura les ayuda a descansar mejor y reduce el riesgo de que sufran el Síndrome de Muerte Súbita del Lactante (SMSL). Cuidando, eso sí, de cambiarle la cabecita de lado de vez en cuando para evitar deformidades craneales.

A partir de los 18 meses, tu niño debería dormir de 11 a 12 horas por la noche y una siesta de hora y media a 3 horas cada día. Algunos niños siguen durmiendo dos siestas más cortas durante el día, hasta que cumplen 2 años. Si tu hijo es uno de ellos, déjale que lo haga. Lo mejor que puedes hacer para asegurarte de que los hábitos de sueño de tu hijo van por buen camino es lo siguiente:

  • Mantén la rutina corta y sencilla. Un show de variedades con varios actos: un baño, tres cuentos, dos canciones y un masaje puede retrasar la hora de irse a dormir eternamente. “Antes de que te des cuenta, tu bien intencionada rutina para irse a la cama se ha convertido para tu hijo en un momento de transición para la hora de jugar”. Es importante que los padres de niños que tienen dificultades para mantener el sueño mantengan una rutina de no más de 15 minutos (está bien que sea un poco más larga si tu hijo no tiene problemas para quedarse dormido). Quince minutos es todo lo que debe tardar para ponerse el pijama, leer dos libros cortos y decir buenas noches. -Baja el colchón: Si mueves el colchón de la cuna a su nivel más bajo, es posible que puedas impedir físicamente que tu hijo se salga, aunque probablemente deje de funcionar cuando crezca.
  • Vacía la cuna: Es posible que tu hijo esté usando los juguetes de la cuna para agarrar impulso. Si los sacas de la cuna, seguramente se quedará en ella más tiempo.
  • No le hagas mucho caso cuando salga de la cuna: Si tu hijo se sale de la cuna y reaccionas dándole mucha atención o dejando que se meta en la cama contigo, seguirá haciéndolo. En lugar de eso, permanece calmada y neutral, dile con firmeza que no salga de la cuna, y vuélvelo a acostar. Enseguida se dará cuenta de que no merece la pena salir.
  • Vigílalo: Corta de raíz sus escapadas, quedándote de pie donde puedas verlo en la cuna pero él no pueda verte a ti. Si intenta salirse, dile inmediatamente que no lo haga. Después de haber hecho esto unas cuantas veces, seguramente aprenderá a quedarse quieto.
  • Mantén un entorno seguro: Si no puedes evitar que tu hijo salga de la cuna, al menos puedes asegurarte de que está seguro. Pon almohadas y otras protecciones en el piso, alrededor de su cuna y cerca de sus arcones para guardar juguetes, muebles y otros objetos que pudieran causar un fuerte golpe. Si no hay manera de evitar que salga de la cuna, siempre puedes bajar los rieles de la cuna y dejarle cerca un peldaño. Así al menos no tendrás que preocuparte de que se pueda caer y hacerse daño.
  • Ayúdale a romper malos hábitos de sueño para que pueda dormirse por su cuenta. Tu hijo debería ser capaz de dormirse sólo por la noche sin que lo acunes, lo amamantes ni le ayudes a dormirse. Si se acostumbra a depender de estas ayudas externas, no podrá volver a dormirse solo durante la noche si se despierta. Piénsalo así: te duermes con la cabeza sobre una almohada y cuando te despiertas en mitad de la noche, la almohada no está ahí. Seguramente te preocuparía la ausencia de la almohada y la buscarías, despertándote del todo. Igualmente, si tu hijo se duerme cada noche escuchando un CD en particular, se preguntará qué pasó cuando se despierte y no escuche la música, y es posible que no pueda volver a dormirse solo. Para ayudarte a evitar esto, procura acostarlo cuando tiene sueño pero aún no está dormido, y así se dormirá por su cuenta.
  • Ofrécele opciones aceptables a la hora de dormir. Estos días, tu niño pequeño empieza a poner a prueba los límites de su recién estrenada independencia, y quiere ejercer control sobre el mundo que lo rodea. Para evitar luchas de poder a la hora de dormir, permítele elegir en la medida de lo posible lo que puede hacer durante su rutina nocturna, como qué cuento quiere escuchar antes de dormir, o qué pijama quiere ponerse. El truco está en ofrecerle solo dos o tres alternativas y asegurarte de que ambas te parecen bien a ti. Por ejemplo, no le preguntes “¿Quieres acostarte ahora?” porque te podría decir que no, lo cual no es aceptable. En lugar de eso, prueba a decirle: “¿Quieres ir a la cama ahora o dentro de cinco minutos?” Así aún puede tomar la decisión, pero tú ganas de cualquier manera.

DE LA CUNA A LA CAMA

Como con todas las decisiones relacionadas con los niños pequeños, no existe una regla de oro a la hora de pasar un niño de la cuna a la cama. Depende del estilo de crianza de cada familia, del carácter de cada niño y hasta del lugar que ocupa en la familia. Las recomendaciones y sugerencias únicamente son pautas para que los padres evalúen las posibles opciones.

Si la decisión inicial ha sido optar por un moisés, cerca de la cama de los padres, mientras se establecen patrones de sueño y se lacta al bebé, este permanecerá en el cuarto con los papás por comodidad y, habitualmente, sucede durante los primeros 6 meses de vida. En general, a esta edad, el bebé ya duerme más tiempo de noche y los padres se armarán de valor para pasarlo a su cuarto. Allí, es común que los bebés duerman en su cuna o cama-cuna.

Es muy común, después de que el bebé empieza a dar sus primeros pasos, que su agilidad se vea redoblada. En esta etapa, el bebé probará una libertad mucho más grande de movimientos, lo que le dará más curiosidad por otras cositas y otros lugares de la casa, hasta llegar al punto de poder salir él solo de su cuna.

Su desarrollo es lo que le impulsará al cambio de la cuna a la cama. Un cambio que, por regla general, suele tener lugar a los dos o dos años y medio, o cuando el niño siente que la cuna ya no tiene tanto espacio para que él se duerma y se estire. El paso de la cuna a la cama es una transición necesaria para el desarrollo del bebé; es señal de que crece y de que se hace mayor. Se trata de un paso importante por lo que es cuestión de escoger el momento más adecuado y seguir algunos consejos que facilitarán el cambio al niño.

LO QUE DEBES SABER

 

  • No hay un momento preciso para hacer el cambio de la cuna a la cama, algunos padres creen que es cuando es capaz de ir al baño solo, otros cuando tienen entre 18 meses y tres años y medio, o si es demasiado grande o activo para su cuna, etc.
  • A los niños que nacen en segundo o tercer lugar les cuesta menos adaptarse al cambio porque tienen al hermano mayor como ejemplo y quieren ser como él. Se sienten más estimulados a subir este gran escalón hacia la independencia, por el simple deseo de imitar, querer hacer y ser igual es que su hermano mayor.
  • Momentos erróneos para trasladar el lugar de descanso del niño:
  • Cambio precipitado o antes de tiempo. Muchos padres sacan a su hijo de la cuna por una cuestión de seguridad, pues temen que salte la barandilla. Éste no debería ser el único motivo, ya que si el niño no está preparado para dormir en la cama, el cambio sería incluso más peligroso: podría entrar y salir de la cama a su antojo y caminar por la casa sin control mientras todos duermen. Si esto ocurre, y el niño está inmaduro para el cambio, se debe bajar el colchón de la cuna lo máximo posible, de manera que las barandillas queden más altas y el niño lo tenga más difícil para saltar. También pueden colocarse unas redes o mallas para cunas que se fijan con velcros a las barandillas, creando una especie de toldo que mantiene al bebé seguro en su cuna.Evitar que coincida con la llegada del hermanito. Otro motivo erróneo para trasladar el lugar de descanso del niño es la llegada de un hermanito. Si es un cambio logísticamente necesario, se debe hacer unos dos meses antes del nacimiento y no hacerlo coincidir exactamente con su llegada pues ya es un cambio demasiado importante como para añadirle otro. La idea es que el niño esté completamente acostumbrado a su nueva cama antes de que el nuevo bebé se apodere de “su” cuna. Si el hermano mayor es todavía muy pequeño para el cambio en la fecha de nacimiento del bebé, se puede demorar el traslado a la cama a los tres o cuatro meses tras el nacimiento, ya que mientras el bebé estará en un moisés. Hay que asegurarse de programar esta transición según las necesidades del niño y no tan sólo por la necesidad de dejar un espacio para el bebé que está por llegar.¿Y si todavía no está listo? Algunos niños simplemente no están listos para hacer la transición a la cama grande. La cuna tiene barreras visibles en forma de barandillas, pero la cama no. Para que un niño comprenda que una cama tiene “paredes imaginarias” dentro de las cuales uno debe permanecer es necesario que haya alcanzado un cierto nivel de desarrollo cognitivo. Si el niño tarda mucho en dormirse o se levanta muchas veces en el transcurso de la noche, lo más probable es que todavía no esté listo para pasar a una cama. Si el retorno a la cuna es necesario es importante no considerarlo como un retroceso en el desarrollo del niño y procurar que él no lo vea como un castigo.

    LA ADAPTACIÓN A LA CAMA

    Cada niño es un mundo, por lo que hay niños que se adaptan muy bien y a otros les cuesta un poco más. Una situación frecuente es que a los primogénitos les suele costar más cambio que a los niños que ya tienen hermanos mayores. Es posible que el niño esté realmente apegado a su cuna y a todos los sentimientos que le asocia (comodidad, seguridad, protección…). Además, el cambio a una cama grande es tan sólo uno de los muchos cambios que suelen ocurrir en esta etapa de su vida, y podría coincidir con su entrenamiento para ir al baño, el comienzo del parvulario y otras presiones sociales para que se porte como un “niño mayor”. Si, además, hay un hermanito en camino, puede que el niño se sienta muy posesivo en relación a los objetos de su propiedad, incluyendo su cuna. Sin embargo, a los niños que nacen en segundo o tercer lugar, por el contrario, les cuesta menos adaptarse al cambio porque tienen al hermanito mayor como ejemplo y quieren ser como él.

    CÓMO HACERLO MÁS FÁCIL

  • Dependiendo del niño, hay casos en los que se necesita un periodo de adaptación, es decir, que el niño se vaya habituando paulatinamente a la nueva situación. Mientras sigue durmiendo por la noche en su cuna, déjale que juegue o duerma la siesta en la cama, hasta que se sienta más seguro en ella y haga el cambio definitivo.
  • Al mismo tiempo, es necesario explicarle los motivos del cambio, valorando siempre su crecimiento y su tamaño.
  • Para animar y estimular un niño a que acepte un cambio nada mejor que dejarle que participe en la toma de algunas decisiones. En el caso de la cama, lo ideal es dejarle colaborar en todo lo que se refiere a la nueva cama. El niño podrá ayudar a elegir su nueva cama, elegir los colores y estampados de las nuevas sábanas, etc., ayudar en el desmonte de la cuna y saber dónde la van a guardar, y así con todo.
  • Procurar situar la nueva cama en el mismo lugar en el que estaba la cuna.
  • Mantener algún juego de cama o mantitas de la cuna para fomentar la seguridad del niño hacia “lo viejo conocido”.
  • La cama debe ser segura y amplia, no muy alta, sin esquinas salientes y que entre la cama y el colchón no queden espacios donde el niño pueda meter una mano o un pie. Colócala lejos de ventanas y enchufes.
  • Colocar una barandilla o barrera protectora en la cama para evitar que se caiga al suelo si se mueve mucho por la noche. La barrera debe tener un lugar libre para salir y entrar por si el niño quiere ir al lavabo.
  • Mantener un hogar seguro, ya que el niño es capaz de levantarse y deambular por la casa a sus anchas.

 

NIÑOS Y SEGURIDAD VIAL

La educación vial es la herramienta clave para llevar a cabo una labor de sensibilización social y sentar las bases de una prevención efectiva, ya que no es solo consiste en incidir en los conductores activos, sino que también es muy importante educar y sensibilizar a los futuros conductores.

Al drama humano que implica la siniestralidad vial en España, donde 1.688 personas se dejaron la vida en el año 2014, debemos sumarle también el coste social. A pesar de que en nuestro país hemos visto grandes avances en materia de seguridad vial en la última década, hay varios factores, que entre todos debemos mejorar.

Algunos de estos factores, como el exceso de velocidad, las distracciones al volante (comer, beber, fumar, uso de tecnología…), el consumo de sustancias psicoactivas (alcohol y drogas) que influyen notoriamente en los accidentes de tráfico son evitables, pero para ello debemos de concienciarnos y estar sensibilizados con la problemática que suponen los accidentes, con el único objetivo de salvar vidas.

Aunque los índices de accidentalidad vial infantil están en descenso, los niños siguen constituyendo uno de los grupos de mayor riesgo, ya que son mucho más propensos a sufrir accidentes en su condición de peatones: su nivel de atención es más bajo, desconocen las normas, son imprudentes por naturaleza, tienen problemas de visión por su estatura…

Muchas de estas pautas pueden enseñarse por mediación de los parques infantiles de tráfico, y en los colegios pero sin duda la responsabilidad más importante la tienen los padres día a día. Desde que un niño ya camina por la calle, empieza a ser peatón, es a partir de entonces cuando debe empezar a inculcarse el sentido de la responsabilidad vial.

La Fundación Mapfre ha lanzado una campaña que introduce la formación vial en las diferentes ramas de educación.

Ofrece una serie de actividades relacionadas con la edad de los alumnos, los objetivos, los contenidos y las competencias básicas que se establecen para cada etapa, orientadas tanto para alumnos como para padres y docentes. Cada una de las actividades conlleva la adquisición de unos objetivos claves, además de unas aptitudes, valores y comportamientos viales. Todo esto dentro de las enseñanzas mínimas impuestas en los currículos de las distintas autonomías.

Y tambien, material de la DGT: “consejos para padres”.

consejos-para-padres DGT

ADIÓS AL CHUPETE

Abandonar el chupete es un momento importante para el niño. Pero, ¿cómo conseguir quitarle el chupete sin que sufra demasiado? Te damos las reglas de oro.

La verdad es que el chupete no es malo para la boca, al principio: es el sustituto del pecho materno entre toma y toma, nos ayuda a los papás a que no lloren tanto y se queden tranquilos y relajados porque el estar succionando les tranquiliza, encuentran consuelo… por tanto es uno de los objetos más queridos por el bebé y por los papis al principio… luego puede convertirse en un dolor de cabeza por no saber cómo dejarlo a tiempo.

Por ello, el momento de quitar el chupete es objeto de un despliegue impresionante de argucias por parte de los papás para convencer al niño de que, a partir de ese momento, ya no podremos volver a contar con él. El éxito de esta difícil tarea de quitar el chupete reside en que nosotros mismos nos preparemos para ello y sepamos persuadir a nuestros hijos con la motivación necesaria.

A partir de los dos añitos o antes de que el niño entre en la escuela, la mayoría de las mamás nos plantemos mucho más seriamente, la necesidad de que nuestro pequeño abandone definitivamente el chupete, aunque a estas alturas tan sólo nos lo solicite para dormir o tras algún percance doloroso.

Trucos para quitar el chupete a tu bebé

– Elige el momento adecuado, una época en la que tú tengas tiempo y paciencia para apoyar a tu hijo en esta difícil tarea para él. Como padres muchas veces no vemos el momento idóneo para enfrentarnos al abandono definitivo de un hábito bastante arraigado en el niño. Como es lógico, no nos apetece que nuestro hijo le cueste conciliar el sueño, llore con más frecuencia, este mas mimoso, pueda interrumpir su sueño, demande nuestra atención a horas intempestivas…

– Averigua si tu hijo está preparado para dar este paso. La edad indicada para dejar el chupete es entre los 12 y los 24 meses, cuando el niño empieza a separarse de la mamá y a encontrar satisfacciones en otras actividades, como el juego. Pero hay que tener en cuenta que a lo mejor el niño se enfrenta a situaciones, cambios o circunstancias familiares que exigen de no aumentemos tensiones (nacimiento de un hermano, separación de unos padres, comenzar el colegio, cambio de casa o niñera…) o quitemos privilegios.

– Una vez has decidido quitarle el chupete a tu hijo, comunícaselo, preparándole con tiempo para el acontecimiento. Una buena idea para quitárselo es contarle un cuento, en el que, un buen día, como por encanto, el chupete desaparece.

 

  • Hablar con el niño para convencerle de que ya es mayor. Otros niños de su edad, también mayores, ya no lo llevan y puede que piensen que es un bebé.
  • El chupete puede darse como ofrenda a los Reyes Magos, los duendes, el gato del vecino, un pájaro…, casi siempre a cambio de un regalito, por ser mayor.
  • Darlo como donativo generoso a algún bebé más pequeño que lo necesita más.
  • Decir al niño que se ha perdido y no lo encontramos en ninguna parte, o lo hemos olvidado después de un viaje fuera de nuestra ciudad (O aprovechar una situación real en el que esto ocurra verdaderamente).
  • El día de su cumpleaños, como ya es mayor, él mismo decide tirarlo, a modo de ritual, a la basura.
  • Sustituirlo por un peluche que pueda acostar junto al él en su camita.
  • Aprovechar una posible enfermedad que afecte a su boca o que, por cualquier motivo le haga rechazar voluntariamente el chupete.
  • Si por la noche está acostumbrado a dormirse con el chupete, introducir un nuevo ritual que sea agradable: una nana, un cuento, o algo que le ayude a separarse serenamente del mundo, al quedarse dormido.
  • – Escucha sus reacciones: debes permitirle expresar sus sentimientos, su miedo a no conseguirlo. Saber que tiene tu comprensión es muy importante para él.-Siempre debemos ofrecer un refuerzo positivo felicitando al niño por el esfuerzo y la renuncia que está protagonizando. Quizás tarden unos pocos días, pero se acostumbrarán.

    – Prepárate para soportar su crisis y no ceder. ¡¡Son dos días con sus dos noches!! Llegarán momentos en el que el niño llorará y pedirá el chupete desesperadamente. Lo pedirá insistentemente, pero tendrás que ser fuerte porque una vez dado el paso, no deberás volver atrás. Aquí, es cuando entra en juego nuestra imaginación para inventar historias creíbles sobre la pérdida fortuita del chupete o para seguir rituales preparatorios para dar el gran paso.

    – No te enfades con él y no le grites comparándole con otros niños que ya han dejado el chupete. Cada niño tiene su ritmo.

 

ADIÓS AL PAÑAL

Muchos padres se plantean cuando es la hora de dejar los pañales, pero… No es del todo cierto que los niños dejen el pañal. Más bien son los padres quienes se lo quitan, normalmente por una cuestión de comodidad (para ellos y para nosotros) y de urgencia del sistema (pues al colegio no pueden llevar pañal). Dicho momento no es nada fácil para tu pequeño y seguramente le vendrá bien un poco de ayuda por tu parte. ¿Qué puedes hacer? Te explicamos lo que sí funciona con las siguientes recomendaciones.

1. Tened en cuenta que el pañal se lo pusimos nosotros

Los niños nacen sin pañal y, según dónde nazcan, se les pone un pañal nada más salir del vientre de su madre, o se les pone otra cosa, o nada. En nuestro medio hay pañales y la mayoría hacemos uso de ellos por comodidad.

En China, por ejemplo, muchos niños van con los pantalones abiertos , haciendo sus necesidades allí donde les pilla. En otros países los padres les enseñan, ya desde bebés, a relajar los esfínteres mediante un condicionamiento, mediante una comunicación: el bebé hace gestos para mostrar a los padres que quiere hacer pipí o caca y cuando los padres dan “permiso” lo hacen.

Ya que nosotros les acostumbramos a ellos desde el primer día a no preocuparse por sus esfínteres hasta que les quitamos el pañal por decisión propia (nuestra), debemos respetar en todo momento al niño en el proceso, sin presiones de ningún tipo, sin malas palabras y sin prisas.

2. Espera el momento adecuado

Todos los niños no están preparados para dejar los pañales a la misma edad. Es cierto que la mayoría desarrollan las destrezas necesarias para ir al baño solo en algún momento entre los 18 y los 24 meses. Pero ten en cuenta que hay niños que no están preparados hasta que tienen casi 3 años, o incluso 4.

Es importante conocer que a los 30 meses de edad (2 años y medio) sólo el 50% de los niños controlan los esfínteres. A los 3 años lo hace el 75% de los niños. A los 42 meses (3 años y medio) los controlan el 95%. O sea, si alguien me preguntara cuándo controlan los niños los esfínteres, cuándo hay que quitarles el pañal, yo diría esa edad: “a los 3 años y medio, que es cuando la mayoría son capaces de dejar el pañal con éxito”.

Estas son las señales físicas y cognitivas que te dirán si tu hijo puede empezar a ir al baño solito y dejar los pañales de lado:

 

  • Orina bastante de una sola vez.
  • No moja el pañal durante períodos de al menos 3 o 4 horas.
  • Hace caca regularmente con deposiciones blandas y bien formadas.
  • Tiene equilibrio y coordinación para caminar y correr.
  • Es capaz de sentarse y mantenerse en la misma posición entre 2 y 5 minutos.
  • Puede subirse y bajarse los pantalones solo.
  • Le molesta tener sucio el pañal.
  • Trata de imitar a los adultos cuando van al baño.
  • Demuestra físicamente que está haciendo sus necesidades.
  • Da nombre (aunque sea uno inventado por él) a las cacas y la orina.
  • Identifica las señales físicas que le indican que tiene que hacer sus necesidades y es capaz de decírtelo antes de hacerlo.
  • No dice a todo que no, en general se muestra cooperativo.
  • Se muestra independiente y orgulloso de sus logros.
  • No parece resistirse a aprender a usar el orinal infantil.
  • Obedece instrucciones sencillas.
  • Si empiezas a enseñarle y después de 3 meses sigues sin obtener buenos resultados, quiere decir que en realidad tu hijo no estaba preparado. Espera algunas semanas y vuelve a intentarlo.3. Haz planes, pero sé flexible

    Lo primero es pensar y planear cómo quieres llevar a cabo el aprendizaje de dejar los pañales, antes incluso de comprar el orinal infantil. Decide cuándo y cómo empezar, si le vas a dar premios o incentivos, qué harás cuando tu niño tenga algún accidente y cómo sabrás si es mejor probar en otro momento.

    En cualquier caso, tu plan debe dejar margen para los cambios, porque tendrás que ser flexible. No puedes saber de antemano cómo reaccionará tu niño, ni qué técnicas le funcionarán mejor. Al igual que otras etapas importantes del desarrollo de los niños, la vía hacia el éxito no tiene por qué ser lineal, tu niño podría empezar muy bien y luego volver atrás.

    Elabora un plan definitivo y que puedan seguir todas las personas que cuiden a tu niño familiares, cuidadora, colegio…).

    4. Ten paciencia y no te enfades

    ¿Te encantaría que tu hijo aprendiera a ir al baño solo de un día para otro? Pues claro, ¡a quién no! Pero la realidad es que es algo que suele llevar bastante tiempo. Hay niños que tardan semanas o incluso meses en aprender, sobre todo a dormir toda la noche sin pañales. Nunca intentes presionar a tu niño para que vaya más rápido de lo que puede, dejará los pañales a su propio ritmo, de forma natural. Tú puedes motivarlo cariñosamente, recordarle que use el orinal y haciéndole saber que te alegras cuando lo haga bien. Pero si tu hijo no avanza o retrocede, no insistas demasiado.

    5. Acepta el hecho de que habrá “accidentes”

    Es prácticamente imposible que un niño al dejar de usar pañales durante el día y la noche sin mojar la ropa alguna vez. En esos casos, no te enfades ni le regañes, recuerda que hasta hace muy poco para él era lo más normal del mundo hacerse pipí o caca encima. Además, los músculos que necesita para controlar este proceso los acaba de desarrollar, es natural que le cueste dominar una habilidad tan nueva. Con el tiempo, tu niño no mojará ni la ropa ni la cama, pero mientras esté aprendiendo, lo mejor que puedes hacer es limpiarlo tranquilamente cuando se equivoque y sugerirle que la próxima vez intente utilizar su orinal.

    6. Explicadles de qué va todo esto

    Obviamente, hay que hablar de los cambios, de qué sucede a partir de esos cambios y de qué esperamos de ellos. Explicar qué es el pipí, qué es la caca, cuando la hagan por el suelo llamarlo por su nombre (evitad, por cierto, llamar caca a cosas que no lo son), decirles que si lo hacen en el suelo manchan, y hay que limpiarlo, y que no pasa nada, porque nosotros lo limpiamos, pero que pueden hacerlo en el retrete o el orinal para que así sea más fácil. Que a la próxima nos pueden avisar antes de hacerlo y así les llevamos a que lo hagan ahí.

    7. Darles opciones para que escojan

    Si el orinal no les motiva o si el retrete les da miedo (hay niños a los que les da miedo un agujero tan grande, con agua al fondo, que hace mucho ruido y que se traga las cosas) podemos seguir utilizando el pañal. Lo importante es que controlen, es decir, que sean capaces de decir “tengo pipí” o “tengo caca” y hacerlo ahí donde quieran. Puede ser el orinal, puede ser el retrete y puede ser, por qué no, un pañal. Nos avisan, se lo ponemos, lo hacen y lo quitamos. Ya habrá tiempo de trabajar el “cariño” hacia el orinal o el retrete.

    8. Elógialo cuando lo haga bien

    Tu hijo siempre espera de ti “refuerzos positivos”, o dicho de otra forma, señales de aprobación y reconocimiento de sus logros. ¿Qué te cuesta dárselos? Cada vez que tu niño trate de usar el orinal, o a medida que avance en su aprendizaje (aunque no lo consiga por completo), hazle saber que lo está haciendo bien y que estás orgullosa de él. Tampoco exageres, porque un exceso de elogios lo puede poner nervioso e incluso provocarle miedo a fallar.

    9. Olvidaos de los conceptos “mayor”, “pequeño”, “bebé”, “niño grande”, etc…

    Suelen utilizarse mucho como para convencer a los niños de que ya tienen que hacer sus necesidades en un orinal o en un retrete: “Venga, que ahora ya no eres un bebé, ahora eres mayor, ya tienes que hacer pipí aquí” o “los niños grandes no hacen caca en el pañal”. Olvidadlos porque una persona demuestra su madurez con sus actos, no con su edad. Nuestro hijo será “mayor” cuando se comporte como un niño mayor, no cuando nosotros le digamos que lo es y que, por ello, debe comportarse así. No hay ninguna necesidad de decir a los niños lo mayores o pequeños que son, pero si como padres quisiéramos hacerlo, es mejor comentarlo cuando ya controle los esfínteres: “Jo, qué mayor te has hecho, ya no llevas pañal”.

    Si jugamos a hacer comparaciones y a presionar con cosas así corremos el riesgo de que se sienta ridiculizado o fracasado. ¿Y si después de decirle ya eres mayor, ya tienes que dejar el pañal, no puede? ¿Y si no es capaz de controlar el pipí ni la caca y sigue haciéndoselo encima? ¿No estaremos confirmándole que sigue siendo un bebé? Y a todo esto, ¿qué tienen de malo los bebés? Mejor no entrar en ese juego.

    10. Aprovechad el verano para dejarles desnudos

    No hace falta que los pañales se quiten en verano. Puede hacerse en cualquier momento del año, pero es mucho más fácil ahora porque hace calor y pueden ir desnudos. Si les quitas el pañal pero les pones la ropa interior y unos pantalones, vestido o falda, se van a manchar enteros. Los primeros días quizás no les importe, pero es posible que luego se enfaden por llenarse la ropa y las piernas de pipí y caca y es más posible también que, a medida que pasan los días, los padres nos empecemos a impacientar y a cansar de andar limpiando caca de todas partes (no es fácil quitar un calzoncillo lleno de caca de un niño que llora y se mueve tratando de huir de ti), y acabemos por decirles cosas que no queremos ni debemos. Así que vale más dejarlos desnudos por casa y que hagan lo que quieran donde quieran. Así aprovechamos para explicar qué han hecho, cómo ha sucedido y dónde deberían hacerlo (y nosotros lo limpiamos en nada).

    11. Si todo va mal, volved a poner el pañal

    No hay presión. No debéis tenerla y no debe tenerla el niño. El niño tiene que ir a hacer lo que haga falta cuando él diga que tiene que hacer algo. Si no lo dice, pues a otra cosa. Si pasan los días y no avisa. Si vemos que no avanza. Si vemos que no estamos consiguiendo nada, habrá quien diga “debéis seguir, ya que habéis empezado, porque a veces tardan semanas y meses”, pero yo os diré lo contrario: semanas y meses tardará si no está preparado, hasta que llegue el día en que por fin lo haga, no por haberlo aprendido, sino porque ha llegado el día. Para ahorrarle decenas de escapes y a vosotros decenas de pipís y cacas por cualquier parte, le volvéis a poner el pañal y más adelante lo volvéis a intentar. Y no, poner el pañal de nuevo no es ir hacia atrás, porque “para ir hacia atrás, primero hay que hacia adelante”, y un niño que no ha controlado en ningún momento los esfínteres no ha hecho ningún progreso.

    ¿Cuándo le quitamos el pañal por la noche?

    El pañal de la noche se quita cuando por la mañana está seco, es decir, cuando ya controlan el pipí por las noches.

 

COMO SOBREVIVIR A LAS VACACIONES EN FAMILIA

29 de julio, acabas de terminar tu jornada de trabajo y ¡han llegado las vacaciones! Llegas a casa y piensas en la tranquilidad, que se acabaron los horarios, las prisas, el estrés, de pasar tiempo relajado con tu familia… Un momento… ¿tranquilidad? Pero… ¿y estos gritos, lloros y juguetes tirados en medio del salón? ¡Los niños! ¡Ellos también tienen vacaciones y su plan consiste en actividad y juegos continuos!

Normalmente suele afrontarse este periodo de tiempo como una especie de “carga”, siempre pendientes de qué hacer con ellos, cómo distribuir su tiempo, qué actividades son las más idóneas y, en general, como una preocupación constante. Pero, si nos planificamos bien, esta preocupación puede convertirse en una oportunidad. Porque, efectivamente, en esto consisten las vacaciones con niños, en una oportunidad para aumentar las posibilidades de aprendizaje, mejorar nuestra comunicación con ellos, disfrutar y compartir momentos que durante el resto del año son imposibles de realizar. Es importante darnos cuenta que las vacaciones son para todos, para ti, para tu pareja, para tus hijos, para toda la familia y todos tenemos derecho a disfrutarlas.

Cada uno tiene su idea de verano perfecto. Por lo que es conveniente, poner esas ideas en común. En caso de tener niños pequeños, los padres deben conocer las necesidades reales de los hijos saber qué actividades son las más recomendables. Fundamentalmente por dos motivos: para que todos puedan disfrutar de una parte de ese verano ideal y para que sepan buscar actividades comunes y consensuadas por todos. Es un buen momento para aprender a convivir.

Las vacaciones en familia deben incluir tiempo para todos

 

  • Para los niños solos
  • Para la pareja, juntos y por separado
  • Para toda la familia unida
  • 1. Para los niños solosLas vacaciones son un periodo fantástico para que los hijos aprendan algo que de mayores les puede ayudar mucho a saber gestionar el estrés: trabajar en horario de trabajo y descansar en horario de descanso. Es decir, las vacaciones deben ser para ellos, fundamentalmente, ocio.

    Es bueno que los niños aprendan a relajarse ya que durante el curso sufren un exceso de agenda: colegio, clases extraescolares o de refuerzos, competiciones deportivas etc. Por lo que es igual de importante que en verano aprendan a relajarse igual que en invierno a disciplinarse. Sin embargo y aunque sean vacaciones, deben existir también unas responsabilidades básicas tales como ayudar en casa, acordar horarios o cumplir con unas determinadas horas de sueño.

    Tenemos que buscar actividades que consigan los mismos beneficios que les aportan las actividades escolares: desarrollo de la parte lúdica, de las relaciones interpersonales y habilidades sociales, y orden y pautas, más o menos estables, en la unidad familiar.

    A pesar de todo, es importante mantener también algunas pequeñas rutinas del inverno, aunque de modo más flexible y adaptadas al verano, para que luego la vuelta en septiembre no sea tan costosa. Por ejemplo, una lectura relajada media hora antes de dormir, juegos o videos en los que aprendan idiomas, actividades musicales, etc.

    2. Para la pareja, juntos y por separado

    Los padres como educadores de sus hijos deben, como es lógico, estar pendientes de sus hijos pero también es crucial que como pareja reserven un tiempo para estar juntos. Y además, no deben dejarlo al azar porque si no, nunca se encuentra. Siempre se debe cuidar la relación sentimental pero en vacaciones se dispone de más tiempo. Por eso es importante buscar espacio para la pareja, no quedarse siempre en casa, salir a cenar, dar un paseo, tomar un cañita, mantener relaciones sexuales, sentirse atractivo, generar pasión, etc.

    Sin embargo, en vacaciones suele surgir el problema de que la pareja suele pasar junta más tiempo del habitual. Cuando uno o dos cónyuges trabaja supone que a lo largo del año pasan poco tiempo juntos, un tiempo que aprovechan para comentar cosas del trabajo, tareas pendientes o temas de los hijos. Todo eso en el período estival desaparece. Los temas de conversación ya no son los que eran, pero el tiempo conjunto es mayor. Se añade, además, que es posible que con el tiempo se hayan ido perdiendo progresivamente habilidades de conversación. Por eso es importante encontrar momentos no solo de ocio sino también momentos de calma para poder hablar.

    Tampoco hay que olvidarse de reservar momentos de descanso u ocio individual. No estamos acostumbrados a estar todos juntos 24horas al día, con lo que los problemas crecen. Para ello lo mejor es seguir manteniendo un tiempo de soledad. No es necesario que sea muy largo, pero tener una actividad individual ayuda a pasar unas buenas vacaciones. Por ello es aconsejable que ambos padres se repartan las responsabilidades de los niños. De forma que cada uno sepa que ese día por la mañana la tendrá para sí mismo, mientras la otra persona se ocupa de los pequeños.

    3. Para toda la familia unida

    Por último, y teniendo en cuenta todas estas premisas, la solución más completa tanto para los niños como para sus padres es divertirse juntos. Es la manera de ocuparse de ellos sin sentir estrés y unir los lazos familiares. Hay que tener presente que los propios hijos quieren pasar tiempo con los padres, por lo que van a valorar más un momento juntos de ocio que un continuo de actividades. Lo que importa es la calidad y no tanto la cantidad del tiempo invertido.

    De hecho, diferentes investigaciones ponen en evidencia que “los niños que no reciben la atención suficiente por parte de sus padres o figuras de referencia, tienen más propensión a mostrarse agresivos, a padecer sentimientos de soledad, aburrimiento que no saben gestionar ni llenar con actividades, a nivel personal presentan baja autoestima e inseguridad que pueden afectar tanto a nivel personal como a nivel de bajo rendimiento escolar”.

    Por ello, para que los niños crezcan emocionalmente deben poder dar y recibir afecto y saber expresar y entender las emociones de los demás. Las vacaciones deben favorecer el aprendizaje de estos modelos y no momentos de tensión.

 

INFANCIA Y TELEVISIÓN: 6 Técnicas para ver la tv con cabeza

La televisión se ha convertido en uno de los pasatiempos más importantes y de mayor influencia en la vida de las personas y, en especial, de los niños. Los pequeños almacenan todo tipo de información que reciben, sean del colegio, de sus padres, del parque, de un cuento… y, por supuesto, de la televisión. Por esa razón, el hábito de ver la televisión todos los días esta despertando una gran preocupación por parte de muchos padres sobre la calidad de los contenidos que están siendo asimilados por sus hijos, así como también sobre qué postura deben tener delante de sus hijos en cuanto a la costumbre de ver la televisión.

Es importantísimo tener en cuenta que la televisión no es una niñera para los niños.

Ver la televisión es una de las actividades preferidas de los niños. El tiempo que ellos dedican a la televisión varía en función de la edad, el sexo, la clase social y está directamente relacionada con el tiempo que dedican sus padres a ver la televisión. En muchos hogares, la televisión ejerce el papel de compañía, una especie de ‘niñera’ para los niños. Evita que los niños estén “molestando”, es decir, estén corriendo por toda la casa, desordenen, jueguen, se peleen… en definitiva, que sean niños. Pero además, como contrapartida resta tiempo al estudio, a la lectura, al deporte, a la interacción con la familia, al desarrollo social y a los juegos. Por tanto, los padres deben ser un ejemplo.

La televisión es una fuente efectiva para la formación de actitudes, la adquisición de habilidades y la formación del comportamiento del niño. Los niños ven a la televisión para distraerse, reducir las tensiones y obtener información. Además, hay niños que ven la televisión porque desde muy temprana edad les fue impuesta y a ellos no les queda otro remedio.

Es necesario conocer más profunda y particularmente su terreno, para evitar que nuestros hijos adquieran conductas agresivas, erróneas, aprendidas por imitación. En la mayoría de las ocasiones, los niños no saben diferenciar entre los contenidos que les vienen bien y los que no, del mismo modo que su ingenuidad hace tengan dificultades para distinguir entre la ficción presentada en la televisión y la realidad.

¡OJO! Cuando los niños están viendo un programa de televisión, están también bajo la influencia de numerosos anuncios comerciales, que proyectan estereotipos relacionados con aspectos raciales, sociales, culturales, sexuales, así como también hábitos alimentarios (bebidas alcohólicas, comidas de preparación rápida, juguetes…). Los niños son los grandes explotados por la publicidad en la televisión. Más de la mitad de la publicidad contiene información errónea, engañosa o ambas, pero que los niños creen como verdadera. De tal manera que, la televisión no sólo ofrece sino que impone experiencias y condicionantes a nuestros niños, pues ellos son el principal blanco hacia el cual van dirigidos la mayoría de los anuncios comerciales.

Por todo esto, NO se puede olvidar que nuestros pequeños están iniciando su formación y que todo lo que vean, escuchen y vivan, influirá en su desarrollo.

Los riesgos de ver demasiada televisión para los niños

 

  • Los niños que ven demasiada televisión están expuestos a un mayor número de riesgos para su desarrollo intelectual, emocional y social. Algunos de ellos son los siguientes:
  • Sacar malas notas en la escuela. Sucede al dedicar más tiempo a la televisión que a los deberes y al estudio.
  • Leer menos libros. Demasiada televisión resta tiempo a la lectura.
  • Hacer menos ejercicio físico. La televisión supone un grave peligro de sedentarismo para los niños.
  • Tener problemas de sobrepeso. El sedentarismo unido a un mayor consumo de snaks y productos calóricos durante el tiempo que pasan sentados delante de la televisión puede aumentar su riesgo de obesidad.
  • Convertirse en niños pasivos. La celeridad con la que pasan las secuencias de las imágenes en televisión puede hacer perder a los niños por otros juegos tradicionales, que para ellos, se convierten en lentos, aburridos y sin interés.
  • Entender parcialmente lo visto. La violencia, la sexualidad, los estereotipos de raza y de género, y el abuso de drogas y alcohol son temas comunes en los programas de televisión. Los niños son impresionables y pueden asumir que lo que ellos ven en televisión es lo normal, seguro y aceptable. Por consecuencia, la televisión también expone a los niños a tipos de comportamiento y actitudes que pueden ser abrumadores y difíciles de comprender.
  • Hay que controlar el tiempo que los menores pasan frente a la televisión, ser estrictos en su cumplimiento, y vigilar los contenidos que ven.Seis técnicas para aprender a usar la televisión con cabeza

    1. Escoge programas adecuados a cada edad y por tanto, para el nivel de desarrollo del niño

    Los niños aprenden de lo que ven y, con dos años ya manejan el mando a distancia con soltura, por eso es tan importante elegir espacios para su edad pero que les interesen. En niños pequeños, los mejores son los que les inspiran a hacer sonidos, decir palabras, cantar o bailar. Y los que enfatizan la interactividad.

    2. Limita el tiempo que ve la televisión el niño

    La Asociación Española de Pediatría recomienda un máximo de media hora al día para los niños menores de 3 años y hasta dos horas, como muchísimo, para los más mayores. Eso incluye todo el tiempo frente a una pantalla, ya sea de televisión, ordenador, consola, tableta o teléfono móvil. Además, es importante apagar la televisión durante las horas de la comida y de los estudios.

    3. Permítele que vea programas, pero no la televisión

    No encender la televisión para ver qué ponen y consultar las parrillas de televisión para poder elegir previamente un programa adecuado. Otra opción es grabar programas que le gusten o que los padres consideren de calidad o adecuados para su edad, para que los vea a la hora que más os convenga, y no cuando los pongan en televisión.

    4. Enseña a tu hijo a ser crítico con lo que ve

    Anima al niño a apagar la tele si lo que ve no le gusta. Eso evitará que se trague espacios indeseados. Enséñale a distinguir entre el programa en sí y los anuncios, aclarándole qué es cada cosa. Anímale a hacer preguntas sobre lo que está viendo y a relacionar lo que está ocurriendo en la televisión con situaciones reales o que está estudiando/aprendiendo y con los valores familiares y personales.

    5. Siempre que te sea posible, ve la televisión con él

    La tele no es una niñera ni un método para que el niño esté callado. Según un estudio estadounidense, los niños que ven la televisión con sus padres tienen mejor rendimiento escolar que los que la ven solos. Ver la tele juntos le permite al niño, e incluso al adolescente, preguntar lo que no comprende.

    6. Amplía el contenido del programa con otras actividades

    Si tu hijo ve, por ejemplo, un capítulo de Dora la exploradora en la que hablan del número 3, muéstrale después el número o asócialo con cosas comunes del tipo «hoy comemos papá, mamá y Sofía, que somos tres». En niños más mayores, asocia lo que ven con libros o con actividades fuera de casa. Y señalar los valores positivos como la cooperación, la amistad…

 

JUGAR NO ES UN LUJO, ES UNA NECESIDAD

1. EL JUEGO INFANTIL

El juego se considera una pieza clave en el desarrollo integral infantil, ya que guarda conexiones sistemáticas con lo que no es juego, es decir, con el desarrollo del hombre en otros planos como son la creatividad, la solución de problemas, el aprendizaje de papeles sociales…, esto es, con numerosos fenómenos cognoscitivos y sociales.

Además de placentera, necesaria para el desarrollo cognitivo (intelectual), afectivo (inteligencia emocional), psicomotriz, y social del niño y adquiere una particular trascendencia en la formación del carácter y los hábitos del niño. Mediante la actividad lúdica, además el niño afirma su personalidad, pensamiento creativo, desarrolla su imaginación y enriquece sus vínculos y manifestaciones sociales.

2. CARACTERÍSTICAS DEL JUEGO INFANTIL

Lo primero que define el juego es el placer, el juego siempre es divertido y generalmente suscita excitación y hace aparecer signos de alegría. Cada tipo de juego genera distintos tipos de placer: es placer de ser causa, de provocar efectos, placer sensomotriz, placer de crear y destruir sin culpa… en definitiva, placer de interactuar y compartir.

De la misma manera el juego es una experiencia de libertad ya que se produce sobre un fondo psíquico caracterizado por libertad de elección. Es una actividad voluntaria libremente elegida que no admite imposiciones externas. Aunque cuando el juego es grupal tiene que acatar las reglas del juego.

Así mismo el juego es una actividad que implica acción y participación activa. Los niños que juegan, se mueven, corren, se desplazan, ejecutan acciones… razones por las cuales están en constante actividad física y mental.

Los niños no juegan para entretenerse, ni para dejarnos tiempo libre, sino porque es el medio por el que comprenden cómo es el mundo y se integran en él, es decir, empiezan a comprender como funcionan las cosas, lo que puede o no hacerse con ellas, descubren que existen reglas de causalidad, de probabilidad y de conducta que deben aceptarse si quieren que los demás jueguen con ellos.

Se considera la ficción como un elemento constitutivo del juego. Jugar es el “como sí” de la realidad, teniendo al mismo tiempo conciencia de ficción. La ficción implica oposición con la función de lo real y le permite al niño liberarse de las imposiciones que lo real le impone para actuar y funcionar con sus propias normas y reglas que a sí mismo se impone.

El juego es una actividad seria, porque en ella se activan todos los recursos y capacidades de la personalidad. El juego para el niño es el equivalente al trabajo del adulto. Por los aciertos en el juego mejora su autoestima, es un mecanismo de autoafirmación de la personalidad.

Aunque el juego se pueda ver como una forma de descanso y ausencia de esfuerzo, podemos observar que este puede implicar un gran esfuerzo. Muchos juegos poseen reglas severas, y actividades costosas que buscan dificultad, mientras en otras ocasiones transcurren en medio de tranquilas repeticiones y sin otra intención que la obtención de placer.

3. CONTRIBUCIONES DEL JUEGO PARA EL DESARROLLO INFANTIL

2.1. Desarrollo cognitivo

El juego pone en marcha las habilidades cognitivas del niño, en cuanto le permiten comprender su entorno y desarrollar su pensamiento. Jugando, el niño aprende porque obtiene nuevas experiencias, porque es una oportunidad de cometer aciertos y errores, de aplicar sus conocimientos y de resolver problemas. El juego estimula el desarrollo de las capacidades de pensamiento, atención, memoria, imaginación y creatividad infantil, estimula la discriminación fantasía-realidad. El juego es comunicación y facilita el desarrollo del lenguaje.

En el plano intelectual, el desarrollo del juego de simulación o ficción incorpora muchas tendencias del desarrollo cognitivo, todas ellas relacionadas con el desarrollo de un pensamiento menos concreto y más coordinado y abstracto.

Por ejemplo, un niño juega con una granja, animales, figuras… ira conociendo las piezas del juego, descubrirá los diferentes tipos de animales, comprenderá cómo funcionan los objetos (rodar el tractor, abrir la puerta de la graja) y también aprenderá utilizarlos adecuadamente.

2.2. Desarrollo social

Desde el punto de vista social, por el juego el niño toma contacto con sus iguales, y esto le ayuda a ir conociendo a las personas que le rodean, aprender normas de comportamiento (los rudimientos de reciprocidad – dar y recibir- y de la empatía) y a descubrirse así mismo en el marco de estos intercambios.

Por ejemplo, el niño puede jugar solo con los juegos (la granja, el garaje, los coches, animales…) pero cuando algún compañero participa en su actividad, es la ocasión de compartir, de tener en cuenta a los otros, de comunicarse. Le permite, en definitiva, relacionarse con los otros.

2.3. Desarrollo emocional

El niño decide la historia de los personajes de su juego: lo que hacen, durante cuánto tiempo, de qué manera, quien está implicado. Además, les presta sus sentimientos y sus emociones. Por otra parte, el equilibrio emocional que se consigue con el juego es un estado placentero que siempre se tiende a buscar. Cuando el niño juega de forma simbólica, defórmala realidad, adaptándola a sus deseos.

Por ejemplo, en el juego simbólico de los médicos, el niño que tiene miedo a este profesional podrá, a través del juego, trasladar el miedo que siete al muñeco que esta utilizando como paciente y consolarle al igual que le hacen a él.

2.4. Desarrollo psicomotor

Desde el punto de vista psicomotriz, el juego potencia el desarrollo del cuerpo y de los sentidos. La fuerza, el control muscular, el equilibrio, la percepción y la confianza en el uso del cuerpo, se sirven para su desenvolvimiento de las actividades lúdicas.

A través del juego se desarrollan funciones psicomotrices tales como:

 

  • El desarrollo de la motricidad gruesa y fina: coordinación dinámica global, equilibrio, la precisión de movimientos, la fuerza muscular, el control motor o la resistencia.
  • El desarrollo de las capacidades sensoriales como: estructuración del esquema corporal (noción de las partes del cuerpo, de la lateralidad, del eje central de simetría) percepción espacio-visual (percepción visual, noción de dirección, orientación espacial), percepción rítmico-temporal (percepción auditiva, ritmo, noción de tiempo), percepción táctil, percepción olfativa y percepción gustativa.
  • Por ejemplo, el bebe que está sentado y quiere coger un objeto que está lejos tiene que gatear hasta llegar a él, utilizar sus músculos mayores, su motricidad gruesa. Al coger el objeto, el niño utiliza los pequeños músculos de las manos, lo que se conoce como la motricidad fina. Asimismo, ejercita la coordinación óculo-manual para fijarse en un objeto y llegar a cogerlo con la mano.El deseo de alcanzar el objeto deseado le lleva a practicar los distintos modos de sujeción, a planificar coordinar sus movimientos y a desarrollar sus reacciones de protección. Por tanto, el desarrollo psicomotor es algo que el niño va a ir producción a través de su deseo de actuar sobre el entorno, de poner en marcha sus capacidades motoras y de sr cada vez más competente.

 

BIENVENIDOS DE NUEVO AL COLE

Cómo hacer más fácil y llevadera la “temida” vuelta al cole.

El comienzo del colegio, es uno de los acontecimientos más importantes para la vida de los niños, ya que supone el inicio de una nueva etapa, tanto para los niños como para sus madres y padres. Y casi tan importante como el primer día de cole para un niño que empieza educación infantil, es la famosa “vuelta al cole” para la totalidad de los niños cada curso en estas fechas. Con la vuelta al cole, no sólo le ponemos fin al descanso estival retomando nuestras rutinas y responsabilidades, sino que también han de afrontar nuevos retos y experiencias, nuevas amistades, y un sinfín de oportunidades vivenciales para aprovechar, ya que en el cole no solamente se aprenden materias, sino que es la experiencia de socialización más importante en la vida de nuestros niños y niñas. Por todo esto, es relativamente normal que exista un cierto nerviosismo cuando llega el momento de enfrentarlo.

Hay que tener en cuenta que para un niño de cuatro años, tres meses, es decir, todo lo que dura el verano, es un porcentaje muy elevado de su vida, cosa que para un adulto no es nada. Conforme los pequeños van creciendo, ese porcentaje es menor, pero aún así no es fácil el cambio de la diversión y el ocio al trabajo. Los niños pasan de no tener disciplina al deber de cumplir de nuevo unos horarios y unas normas fijas y establecidas. Por ello, el cambio es “costoso”.

Se considera que el periodo de adaptación suele durar, aproximadamente entre una semana y 15 días. Pero que el 90% de los niños en un mes ya se ha adaptado plenamente a la nueva vida.

Ansiedad por separación

 

  • Una de las claves fundamentales para hacer el proceso de adaptación más llevadero es la normalización. Es decir, no dramatizar la situación y no prestarle más atención de la que tiene. Lo normal es que los niños lo pasen mal.
  • La ansiedad por separación es algo normal que ocurre en todo proceso de crianza y afecta tanto a niños como a padres, por ello todo depende de la importancia que se le dé. Por eso es muy importante la acogida que tenga el niño esos primeros días de clase.
  • Otro de los factores de los que depende esta adaptación es la edad que tengan los niños y de si se inician en la escuela por primera vez, o si por el contrario ya son ‘veteranos’.
  • Niños primerizos y veteranos
  • En el caso de que sea un niño que va a empezar su andadura escolar, el proceso es un tanto más costoso. Ya que supone un cambio muy grande, en el que va a perder durante una buena parte del día a sus figuras paternas. Pero para ellos, los colegios toman medidas desde hace ya varios años con la idea de mejorar la adaptación del niño a su nueva vida. Por ejemplo, inician el colegio unos días antes, durante periodos cortos de tiempo, a veces con la presencia de sus padres…
  • Por su parte, el niño veterano se muestra más nervioso, inquieto, inseguro y además se enfrenta a una clara dicotomía: el duelo por el final del verano y las ganas por volver a ver a sus amigos. Pero para ellos, el proceso es más fácil porque enseguida comienzan de nuevo a jugar con sus viejos amigos y a olvidarse de los padres.
  • Recomendaciones para padresNo hay un manual perfecto para padres, pero sí unas pautas adecuadas para poder hacer más fácil esta vuelta al cole. Sobre todo, una actitud positiva por parte de los padres.
  • “Cariño y escucha”. Hay que saber escuchar a los niños, que verbalicen lo que les pasa y que puedan expresar sus emociones.
  • Muéstrale el colegio como algo positivo: Recuérdale todo lo bueno que tiene volver al colegio, ver a los compañeros, las actividades, nuevo curso, nuevo profesor, estrenar materiales. Preséntale el cambio de etapa como algo deseable, refuérzale por haber llegado hasta aquí y anímale a empezar un año más con ilusión. Anímale a hablar y expresar lo que siente sobre la vuelta, de esta forma podrás detectar posibles miedos y tendrás más tiempo para abordarlos. No asustes al niño con los cambios “Este año tienes que tomártelo en serio, cada vez es más difícil, como sigas igual que el año pasado no pasas de curso…”
  • Los profes son sagrados: Ten en cuenta que son los encargados de la educación de tus hijos durante gran parte del día. Evita descalificarles o hablar mal de ellos. Delante del niño muestra siempre respeto y si no estás de acuerdo en alguna decisión es preferible que pidas una visita al centro para debatirlo.
  • Regular los horarios: Unos días antes de empezar el cole es deseable graduar progresivamente los hábitos (hora de acostarse y levantarse, comidas, aseo, tareas escolares pendientes) de forma que se retome poco a poco la rutina habitual y el cambio no sea tan brusco. De igual modo, no elimines todas las actividades de ocio cuando empiecen el cole, el tiempo aún permite hacer muchas cosas al aire libre y las tardes aún no las tienen ocupadas con actividades.
  • Preparar el material: Implica a tu hijo en la compra del material escolar, puede ser un buen momento para ir hablando de la vuelta al cole y lo que espera encontrar. Que empiece a familiarizarse con sus nuevos libros y materiales, personalizándolos y revisando sus contenidos, preparar la mochila o el estuche, son pequeñas tareas que van preparando el terreno.
  • No dejes las tareas de verano para el último momento: Hacer tarea en vacaciones puede ser muy pesado, pero es deseable no interrumpir por completo los buenos hábitos de concentración y estudio sólo porque llegue el verano. Si ya es demasiado tarde y lo han dejado para el final intenta que no se convierta en una pelea o en una forma desagradable de terminar las vacaciones. Es su responsabilidad, anímales a terminarla y a cumplir con su deber… haciéndosela tú no le haces ningún favor.
  • Y hablando de motivación, nadie mejor que nosotros para motivarles con el inicio del nuevo curso. Hablarles de sus compañeros, recordarles anécdotas del curso pasado, hablarles de los profes, de las nuevas materias que aprenderán, siempre de manera optimista y entusiasta para que el niño comience las clases con una visión positiva y con muchas ganas.
  • También deberemos hacer partícipes a los niños en la elección de sus actividades extraescolares y deportivas, y en sus asignaturas optativas. Estas decisiones no deben ser exclusivamente de los padres, sino que hemos de involucrar al niño y dejarle decidir según sus preferencias y habilidades, pero habiendo escuchado los consejos y orientaciones de sus padres.
  • Siempre que sea posible, deberemos acompañar a los niños el primer día de cole, al menos uno de los progenitores, como haríamos en cualquier otra fecha importante en el calendario de nuestros hijos. Es un día de nervios y tensiones para todos, pero los niños más que nadie, necesitan de la tranquilidad y serenidad que les transmiten sus padres, porque les ayudará a relajarse y afrontar el momento con mucha más calma.
  • Y por último sólo me resta decir que somos nosotros, sus papás y mamás, los que mejor conocemos a nuestros hijos; así que seremos nosotros los encargados de marcar los ritmos y las pautas necesarias para que nuestros niños se relajen y vivan esta vuelta al cole como una experiencia positiva e ilusionante, que es de lo que se trata.

 

HABITOS Y RUTINAS

Durante los primeros años de vida, los padres juegan un papel fundamental en la transmisión a sus hijos de valores, normas, hábitos, rutinas y costumbres, siendo los máximos responsables. Este conjunto de actitudes y aptitudes serán fundamentales para su desarrollo personal y social.

Coincidiendo con la incorporación del niño al Centro Escolar, las conductas de imitación y aprendizaje concurren en varios contextos: en su relación con los progenitores y en el aula, que influye paralelamente a la acción de los padres. Por ende, la relación familia-escuela será esencial para un desarrollo armónico, favoreciendo la adquisición de hábitos básicos para su autonomía y desarrollo posterior.

Existe contrastada literatura científica que avala el modo en que los malos hábitos durante la edad temprana afectan al crecimiento. Es obvio que los primeros educadores están en la Familia, y de forma complementaria, la escuela ofrece nuevas pautas y refuerza determinados aprendizajes que no se dan en un contexto familiar.

Si los padres no desarrollan con regularidad actitudes proactivas y prosociales, si sus hábitos de higiene y alimentación son deficientes y si el sueño no se regula de acuerdo a fórmulas saludables, estarán ofreciendo un “modelo” distinto al que promueven los centros escolares. En cambio, si la familia impulsa hábitos de vida saludables, enseñando a sus hijos los beneficios de hacer ejercicio de la práctica del deporte, de descubrir el sabor de nuevos alimentos… daremos un buen ejemplo a imitar y el niño, seguramente, adoptará los mismos hábitos.

Pero, las conductas prosociales, ¿se pueden aprender?

Las conductas de cooperación, de ayuda, sí se pueden aprender siguiendo tres procesos: por un lado, un proceso de identificación (los padres deben indicar cuáles son las conductas adecuadas que se esperan de los niños); por otro, un proceso de imitación de los diferentes modelos de comportamiento (padres, maestros, compañeros y hermanos llevan a cabo dichas conductas) y finalmente, a partir de la puesta en práctica en la familia, en la escuela y en la sociedad en general.

Una buena forma de llevar esto a cabo consiste en enseñarles hábitos saludables que puedan incorporar a sus rutinas, para facilitar al niño el control sobre lo que le rodea. Con “hábito” nos referimos a los patrones de conducta que el niño debe aprender, como lavarse los dientes. Ese hábito aprendido cada familia lo establece y realiza en su vida diaria según su costumbre. Se trata de procedimientos (cómo lo hacemos) y de horarios (cuándo lo hacemos).

Entre los hábitos más importantes que los padres debemos crear se encuentran los relacionados con el sueño, la comida, la higiene, el orden o el estudio. Además, y por si fuera poco, no basta simplemente con fijar una serie de normas, debemos garantizar que estas se cumplen, es decir, supervisar que se llevan a cabo de forma adecuada al menos hasta que el niño las ha incorporado a su repertorio de conductas habituales, creándose una rutina. Siempre es preferible incorporar cualquier pauta desde edades tempranas para después ir incrementando la complejidad y las responsabilidades a medida que el niño se desarrolla y las va dominando.

Tanto los hábitos como las rutinas aportan un componente importantísimo de constancia y regularidad y, por ello, son fundamentales tanto para la vida familiar como la escolar.

POR TODO ELLO, A LA HORA DE CREAR HÁBITOS SON ESENCIALES ESTOS CINCO PASOS:
  • Decide lo que quieres que haga o vayas a pedir al niño.
  • Lo que digas, cúmplelo hasta el final.
  • Es importante la firmeza y amabilidad.
  • No hables, actúa.
  • Menos es más.
EN CONCLUSIÓN, A LA HORA DE ADQUIRIR HÁBITOS SE HA DE TENER EN CUENTA, QUE:
  • Es un proceso continuo, gradual y dura toda la vida. Por ello, es importante crear un ambiente relajado, tranquilo y adaptado a las circunstancias.
  • Para lograr motivar al niño y que se implique, es importante que lo viva como un proceso satisfactorio y agradable, y que cada pequeño avance sea un éxito que le impulse a seguir intentándolo.
  • Resulta positivo explicarle la razón de las acciones para que entienda su utilidad (porque es bueno lavarse las manos antes de comer).
  • Debe ser reforzado en el momento oportuno (nada de demoras).
  • La familia debe tener paciencia y ser precisa en las descripciones de las conductas.
  • Los padres deben colaborar y marcar normas claras.
  • La clave para todo esto es la constancia, la paciencia y la repetición. Los hábitos pueden tardar algunos meses en incorporarse, pero no por eso debemos decepcionarnos o pensar que es una tarea imposible.

¿Por qué es importante esto de las rutinas?

Podríamos pensar que no es necesario establecer estas rutinas, que ellos solos irán aprendiendo con el tiempo cómo es necesario actuar. Es cierto que los niños son como esponjas que aprenden continuamente de todo lo que les rodea, por imitación o por las consecuencias que tenga su conducta.

Sin embargo, ayudarles desde fuera a crear sus hábitos servirá para que en un futuro los interioricen y sean capaces de afrontar su mundo de una manera organizada, segura y autónoma. Incorporar rutinas proporciona al niño una estructura, sabe lo que viene después ya que es capaz de encadenar acontecimientos (baño-pijama-cena-lavarse los dientes-a la cama) y esto aumenta el control que el niño tiene sobre lo que le rodea y por tanto, su confianza. Por otra parte, si establecemos rutinas adecuadas y el niño aprende que cada actividad tiene su momento, con la repetición irá aprendiendo a autorregularse (no me levanto de la mesa para ir a jugar, porque sé que después tendré un ratito para eso; tengo que ordenar los juguetes que he utilizado antes de irme a bañar…), lo que facilita su funcionamiento, le ayuda a comprender mejor su entorno y le permite desarrollar su autocontrol e independencia.

Además, tener unas rutinas estructuradas puede evitar conflictos, enfados o castigos innecesarios. El niño aprende cuáles son “sus tareas” y por tanto lo que los padres esperan de él (a un niño que tiene bien interiorizado el hábito de la comida costará menos convencerle de que “no se comen golosinas porque dentro de poco es la hora de comer”).

«SÓLO QUIERO PODER COMER TRANQUILAMENTE Y EN FAMILIA»

Uno de los aspectos que más preocupa a madres y padres es el tema de las comidas. Cuántas veces oímos en la consulta: ¡No puedo con las comidas, este niño me saca de quicio! Estos comentarios se hacen erróneamente delante de los hijos, con lo que los hijos se colocan en una situación de superioridad total: en su cabeza queda grabado: ¡Ojo, mi madre no puede conmigo, soy capaz de controlarla con mi comportamiento, sigue por este camino chaval que la tienes dominada!

Comer es un acto fisiológico y necesario para vivir y desarrollarse de manera saludable. Pero el hábito de la alimentación va más allá porque en él juegan un papel importantísimo los factores emocionales y porque permite el desarrollo de capacidades en el niño de una manera distendida y casi lúdica.

Todos en mayor o menor medida tenemos recuerdos en torno a la mesa: comíamos en casa de los abuelos los domingos, nos juntábamos a comer toda la familia en casa de los tíos. Recordamos cómo mamá nos hacía nuestro plato preferido el día de nuestro cumpleaños, o cómo sabía de bien la chocolatina que nos daban como premio por nuestro comportamiento al final del día. «Llámame y comemos juntos», le decimos a los amigos que hace mucho que no vemos y luego alargamos la sobremesa, incluso quedamos a comer cuando hay que cerrar un gran negocio… En torno a la mesa recibimos grandes noticias y las celebramos, en torno a la mesa se reúne la familia a diario, en torno a la mesa disfrutamos de la compañía de otros. Por eso, cuando la comida se convierte en un martirio, nos preocupamos y hacemos todo lo posible por volver a vivir esas experiencias.

Hay que tener en cuenta que comer también es una conducta en la que debemos educar a los hijos.

El secreto para que los niños coman bien reside en establecer en ellos el hábito. Un trabajo que comienza cuando empiezan a incorporar otros alimentos fuera de la leche, en torno a los 6 meses, y que para que sea efectivo tiene que ser constante, gradual y paciente. Los problemas de alimentación aparecen cuando no se ha logrado implantar bien ese hábito. Por todo ello, estos 9 puntos son muy importantes tenerlos en cuenta como guía cuando nos sentimos tan perdidos:

1- Asumir que cambiar el comportamiento de un hijo requiere mucha paciencia, ser repetitivo y actuar siempre de la misma manera con ellos. Si tus hijos comprueban que cada día utilizas una estrategia diferente para conseguir que coman, pensarán que sus padres no tienen ni idea de lo que están haciendo. Los padres deben mostrar siempre seguridad en lo que hacen y así los hijos se sentirán seguros.

2- Establecer el hábito y mantener una rutina,así se consigue la prevención de los problemas, siempre y cuando se atiendan a los cambios y progresos que experimentan en cada edad. Para lograrlo existen 3 reglas básicas: hacerlo siempre de la misma manera, en el mismo lugar y a la misma hora. Por ejemplo, a la hora de cenar: lavarnos las manos, poner la mesa entre todos, sentarnos todos en torno a ella y terminar todos de comer antes de retirar la mesa y dedicarnos a otra actividad.

3-Respetar las etapas. Los niños avanzan paso a paso y el aprendizaje debe ir en armonía con ese desarrollo progresivo. Hay que atender al momento en que están preparados para pasar del puré y las papillas a los alimentos sin procesar, para incorporar nuevos sabores y para empezar a utilizar la cuchara o el tenedor. Las dificultades aparecen cuando no pasan estas etapas, cuando no se hace en ellas lo que hay que hacer. Por ejemplo, si entre el año y medio y los tres años mi hijo no prueba alimentos nuevos más tarde presentará otros problemas, como negarse a masticar o no querer comer más que cuatro cosas.

4-Duración de las comidas. Las comidas no deberían durar menos de 20 minutos ni más de 40. Si son muy rápidas no resultan buenas para la digestión y pueden alterar al niño por las prisas, y si se extienden demasiado “hay riesgo de que exista manipulación por parte del niño para llamar la atención de sus padres a través de la comida”.

5-Variar la alimentación. Los niños deben ir probando nuevos alimentos, siempre a partir de las recomendaciones de su pediatra respecto de a qué edad introducir cada uno de ellos y en qué cantidad. Hay que constituir el hábito y para incorporar nuevos sabores hay que ir poco a poco. Por ejemplo, si le gusta una fruta se la damos una vez a la semana, luego dos y más tarde incorporamos una segunda fruta, y así vamos avanzando o si hay algo que no le gusta le damos poco de eso junto con otro alimento que sí toma, le animamos a que lo pruebe al menos e incorporamos las novedades semanalmente o cada 15 días.

6- Comer lo necesario. Es importante que los padres no se obsesionen con que el niño coma siempre la misma cantidad, especialmente a partir del primer año. Hay un momento en que dejan de crecer con la misma rapidez y por tanto no necesitan tanta ingesta calórica. La preocupación de los padres porque coman lo suficiente muchas veces los lleva a caer en la sobrealimentación, que el niño no coma genera mucha irritabilidad y culpa, pero hay que confiar también en los pediatras, que saben muy bien cuando la cosa va bien o mal, y en las curvas de crecimiento.

7-Comer demasiado. Para los pequeños que están en el otro extremo, aquellos que comen en exceso, es necesario volver al hábito, retomar la rutina y evitar picar entre horas. Si se hace esto, se consiguen dos cosas fundamentales para comer bien: sentarse a comer con hambre y aprender a tener la sensación de saciedad.

8- Enseñar con el ejemplo. Los padres son modelos para sus hijos en todo, incluyendo la alimentación y esto hay que tenerlo muy en cuenta. Es decir, no puedo pretender que mi hijo coma fruta si ve que los padres jamás la comen. Especialmente a partir de los cuatro años, cuando empiezan a cuestionarlo todo.

9-En caso de negación…

  • Se le retira el plato sin insistir ni enfadarse en cuanto diga que no quiere más, pero no se le sustituirá ni compensará por nada. Si el niño no come debidamente cuando corresponde, no se le puede permitir tomar nada de nada, salvo agua, hasta que llegue la hora de la siguiente comida; que tampoco será más abundante ni diferente de lo previsto por compensar el hambre atrasada.
  • No se prepara nada especial, todos comen lo mismo salvo prescripción médica (alergias a alimentos, intolerancias, etc.).
  • Recuerda que el hambre es una necesidad fisiológica y tarde o temprano el niño tendrá hambre.
  • Sobre todo: mantenemos la calma y nos damos unos días para comprobar que este método funciona. Si nos ponemos nerviosos, presionamos al niño, le gritamos, etc., el niño sabrá que tiene la sartén por el mango. Tiene más fuerza la paciencia y que el niño compruebe que a nosotros no nos afecta que no coma, que darle un grito y enfadarnos. La tensión y el miedo son ideales para hacer perder el apetito. Tampoco lo chantajes, prometiéndole ir al cine o un regalo si come. Se tiene que comer porque sí, igual que tiene que dormir, ducharse a diario, lavarse los dientes y hacer pipí. Lo único que se consigue chantajeando a los niños para que coman es acabar siendo chantajeados por ellos.
  • Evitar un sistema de recompensas. Con la comida no es bueno utilizar el sistema de recompensas. Es un hábito que se tiene que integrar a partir de una rutina, no como parte de una negociación.

«REGALAR EN EXCESO, NO ES UN JUEGO»

En España nos pasamos con los regalos que hacemos a los niños en Navidad. Según las estadísticas más del 80% de los peques españoles reciben por lo menos seis regalos en estas fechas. Una cantidad que los expertos ven desproporcionada y poco educativa. En esta época somos más permisivos y regalamos más juguetes a los niños de lo que se debería. Factores como el ambiente navideño, la continua publicidad o tratar de compensar el poco tiempo que pasamos con ellos, contribuyen a ello. No debemos olvidar que el 70% de todas las ventas anuales de juguetes corresponden a esta época. Los juguetes son un instrumento eficaz para el desarrollo del niño, para su diversión, su aprendizaje…, por eso, es bueno regalarles juguetes, pero sería preferible que no fuera de forma excesiva.

No es que sea el tres un número mágico, una panacea educativa sobre el regalo, pero sí se trata de moverse juiciosamente en torno a él. Durante este puente de la Constitución y en los próximos días, las familias acuden a comercios y grandes almacenes para contactar con los proveedores de juguetes de los Reyes Magos y Papá Noel, quienes harán las entregas en las fechas correspondientes. Es pues el momento de plantearse qué regalos y sobre todo cuántos es conveniente que reciban los niños en Navidad.

Errores más comunes entre los padres

Desde el mes de septiembre, la televisión y otros medios de comunicación se encargan de conquistar el deseo de los niños a través de anuncios, cuyo principal mensaje es “no te quedes fuera, tienes que tenerlo, debes conseguirlo”. A fuerza de tanta repetición, tanto los padres como los niños terminan por percibir todo lo que nos presentan como necesario, y como cada vez se tiene menos hijos y el nivel adquisitivo es mayor, cedemos pensando en su bienestar. Por eso es importante restringir el consumo de televisión ya que la publicidad consigue su objetivo.

Además, a la mayoría de los padres y madres les compense regalar en exceso a sus hijos por ver sus caras de ilusión y felicidad, pero eso es negativo para una buena educación. Es verdad, que en el mercado, la oferta de juguetes es tan grande y variada que es muy difícil decidirse por el más adecuado. Pero sin duda es fundamental tener en cuenta la expresión popular ‘más vale poco y bien elegido, que mucho y revuelto’. Es tan malo que no reciban nada como que lo reciban todo. Así no podrán asimilar ni entender las normas ni los límites y tendrán una baja tolerancia a la frustración.

En la actualidad, los regalos son cada vez más grandes, más caros y más numerosos esperando compensar así el poco tiempo que la vida diaria nos permite dedicarles. Una práctica que, a la larga, puede convertirse en una pesada carga para estos niños que no conocen la frustración. El sobrecargar de regalos a los niños es una forma de “lavar nuestra conciencia”: no estamos presentes, así que nos cuesta decirles no y les damos todo lo que nos piden, aunque eso suponga gastar más de la cuenta.

Efectos negativos de recibir excesivos regalos

Se trata, en definitiva, de acotar el número. No pasa nada si los regalos acaban siendo cinco, o incluso alguno más; lo importante es que niños, padres, abuelos y demás familia apliquen la cordura y busquen el lado educativo de una tradición que los críos adoran.

  • No por recibir más juguetes, el niño va a ser más feliz.
  • El niño suele tener más de los que puede disfrutar por lo que no puede atenderlos a todos, le creamos una cierta dispersión y es imposible que juegue con todo.
  • El exceso anula la fantasía y la imaginación e incluso puede generar aburrimiento.
  • Su capacidad de disfrutar se bloquea y, en ocasiones, sólo es capaz de valorar el número de juguetes y no las cualidades que puedan tener los mismos.
  • Si se convierte en algo normal, se pierde la emoción.
  • Los niños han de tomar conciencia de que no se puede tener todo, y de que las cosas cuestan y merecen un esfuerzo.
  • Cuando uno dispone de mucho, se corre el peligro de que las cosas dejen de ser valiosas.
  • Al darles todo lo que piden, se vuelven inmaduros, insaciables e insatisfechos vitales.
  • A la larga, se convertirán en adultos insatisfechos, para los que nunca nada será suficiente y tendrán baja tolerancia a la frustración.
  • La ausencia de un regalo determinado no les crea ningún trauma ni problema psicológico.

En resumen, algunos consejos para no pasarse regalando: ¿Qué pueden hacer los padres?

  • La receta es sencilla pero requiere que la practiquen a lo largo de todo el año: establecer límites. Si a los hijos se les va enseñando que no pueden tenerlo todo, a evitar el consumismo y a apreciar el valor de las cosas, cuando llegue la Navidad entenderán que no se pueden pedir el catálogo de juguetes entero y que esta época no se trata de una competición por recibir mucho y caro.
  • Escribir la carta con ellos. Los padres también tienen una oportunidad de oro en el momento de escribir la carta a los Reyes junto a sus hijos para acotar qué y cuánto van a pedir. Si vemos el catálogo de juguetes con él, podemos ir proponiéndole alguno o explicándole por qué otro igual es mejor descartarlo y así nos anticipamos. Es bueno que los padres pregunten a los niños qué regalos les hace realmente ilusión recibir, porque eso obliga a los pequeños a hacer una selección. Se trata de minimizar las elecciones impulsivas que hacen influenciados por la publicidad.
  • Antes de pensar en qué nos haría ilusión a nosotros, hay que tener en cuenta que es lo que el niño desea, qué es lo que el niño necesita y qué juguete va a despertar sus habilidades cognitivas, sociales o motrices. Un regalo a un niño sólo merece el calificativo de juguete si apoya y potencia el juego del niño. Jugar es la actividad fundamental en el desarrollo de los menores y la característica del juego es que proporciona placer.
  • Dado que en algunos hogares se celebra Papá Noel, y en otros Los Reyes Magos, es recomendable dosificar la entrega de regalos. La tradición familiar está por encima de todo, cada casa tiene sus fechas y para eso están las tradiciones. Si partimos de la idea “más juguetes, menos ilusión”, parece que lo suyo es dosificar los juguetes entre ambas fiestas y de hecho, esto suele hacerse a menudo, aunque a una de las dos fechas se le dé más importancia que a la otra.
  • Coordinarse entre padres, familiares o abuelos antes de la compra de cualquier regalo. Sin duda cualquier coordinación que haya dentro de la familia es buena y en este tema también. Aunque no debemos olvidar que los abuelos pueden tener sus propios criterios e ideas y no debemos negárselas.

PREGUNTAS FRECUENTES

¿Los regalos de Navidad deben compensar las buenas notas o la buena conducta en el colegio?

El regalo en Navidad debe ser gratuito, aunque sea una tentación muy grande utilizarlos para conseguir un buen comportamiento. La Navidad es la Navidad, con su magia y sus regalos. Unos juguetes básicos no dependen de nada, los merece cualquier niño, por muy mal que se porte. Los regalos responden a que son niños, simplemente, y les queremos, con sus límites, sus capacidades, sus notas buenas o malas…

Es el carbón el que dice que hay cosas que tiene que mejorar y la carta que debe acompañarlo dirá qué cosas. Existen padres que no dejan entrar en casa a los Reyes o Papá Noel porque el niño ha tenido un mal año…. Es un gran error no pararnos a ver qué hay de rescatable en nuestro hijo para valorarlo, también con la presencia de sus personajes más fantásticos. Sólo cuando esa magia termina, podemos hacer que la cantidad y el ajuste con sus deseos dependan del comportamiento. Antes nunca.

Los niños de parejas divorciadas reciben más regalos. Esos regalos, ¿no son regalos “envenenados”?

Efectivamente, en la mayoría de los casos los hijos de padres separados o divorciados celebran por partida doble la Navidad: una en casa de mamá, otra con papá. Y el gran temor de estos padres separados es que los regalos sean mejor en casa del otro. Por eso, a veces, se ven en la obligación de superarse, más que por el bien del niño, por su propio interés narcisista. Se entra entonces en una competencia entre hogares (y no sólo ocurre en estas fechas) en la que se intenta asimilar la cantidad con la mejor atención. Esto es un error que desemboca en una mala educación. El regalo se convierte en una demanda de amor dirigida al niño. Éste, prisionero de una situación donde ve a los padres rivalizar para atraer su atención, puede decidir entrar, a su vez, en el juego y convertirse en un tirano, cada vez más exigente y nunca satisfecho: “¿queréis que os quiera? Dadme entonces todo lo que pida”. Los niños no comparan si nosotros no comparamos. Por eso, en este caso, deberían ponerse de acuerdo ambos progenitores para que el niño pida en uno u otro hogar juguetes proporcionados tanto en cantidad como en economía.

¿Por qué hay regalos que el niño olvida en seguida una vez abiertos?

Porque esos regalos no respondían al deseo del niño o a las expectativas que se había hecho. Esto sucede cuando los pequeños se han dejado llevar por el atractivo de la televisión y luego el juguete no corresponde a lo que él pensaba. Puede ocurrir también que se trate de juguetes demasiados complicados para su edad (en esa idea irracional que a veces se tiene de ofrecer a los niños juguetes por encima de su nivel para ver si estimula más su inteligencia). O, simplemente, porque había muchos juguetes al mismo tiempo. Para evitar que esto ocurra, es fundamental preguntar al niño qué es lo que realmente le haría ilusión y hacer una selección, si la lista es demasiado extensa. Es imposible que el niño se apasione por 10.000 objetos distintos simultáneamente. Si optamos por el factor sorpresa, lo importante aquí es acertar en el regalo. Para alcanzar este objetivo, es esencial pensar en los centros de interés de nuestro hijo antes de pensar en los nuestros.