La familia ante los celos infantiles
Blog, Psicología Infantil

LOS CELOS INFANTILES EN LA FAMILIA

Son frecuentes las situaciones o conductas que nos indican la existencia de celos en la familia. Los celos entre los hermanos, las rivalidades, las riñas constantes, alteran y distorsionan el clima de convivencia. Estas circunstancias influyen en el estado de ánimo de los diferentes miembros de la unidad familiar. Los padres sienten la necesidad de buscar una ayuda que les oriente acerca de la manera más adecuada de corregir estas conductas y restablecer la armonía y el sosiego en el hogar.

¿QUÉ SON LOS CELOS?

Los celos, son un estado afectivo caracterizado por el miedo a perder o ver reducidos el cariño y la atención de alguien querido. En un sentido estricto, se entiende, como el sentimiento producido por el temor de que la persona amada prefiera a otra; frecuentemente, este sentimiento va acompañado de envidia – resentimiento hacia quien se percibe como rival. Estas causas pueden, a su vez, ser reales y obedecer a hechos objetivos, o irreales (imaginadas o inventadas) en cuyo caso podríamos estar ante un trastorno clínico.

La persona que siente celos percibe la realidad algo distorsionada (experiencia subjetiva de malestar emocional y frustración independientemente de los hechos que la provoquen y perpetúen); considera que es menos querida que antes, parece tener un radar que le trae a la memoria lo que le produce angustia, su autoestima suele ser baja, vive con ansiedad, puede experimentar rechazo a aquello que le produce satisfacción, le cuesta centrarse en actividades que exigen concentración, o se aísla en su mundo.

Suelen ser personas sensibles, y esta sensibilidad puede dar lugar a manifestaciones orgánicas como: tensión muscular, dolor de estómago, cansancio, se hace pis (enuresis diurna o nocturna)… Pueden experimentar sentimiento de rechazo hacia el otro hermano, deseos de agredirle y esto hace que se sientan culpables, lo que a su vez incrementa su sufrimiento. Es como un círculo vicioso que eleva su ansiedad y le impide afrontar la vida con serenidad.

En la mayoría de las situaciones en las que se detectan conductas celosas, éstas pueden considerarse como manifestaciones naturales, respuestas propias de la edad y debemos entender la aparición de estos «miedos» como un proceso de adaptación y maduración en la evolución normal de los niños y niñas. Si los padres transmiten seguridad y afecto, los celos irán dando paso a una relación amistosa entre hermanos. La cooperación de todos y un clima familiar donde se dan oportunidades para participar, contribuirán a que la rivalidad entre hermanos vaya disminuyendo progresivamente.

No obstante, en muchas ocasiones, la respuesta de celos es exagerada, prolongada en el tiempo y cursa con gran malestar y deterioro en las relaciones familiares. Es, en estos casos, cuando la ayuda profesional es imprescindible.

SÍNTOMAS Y MANIFESTACIONES DEL NIÑO CELOSO

Los indicadores de la presencia de celos en niños pueden ser muy variados y van desde la aparición de conductas de aislamiento, infelicidad y frustración (conductas internalizantes o dirigidas hacia uno mismo) a conductas disruptivas y agresivas dirigidas tanto a las personas objeto de envidia como hacia las figuras de apego (conductas externalizantes dirigidas hacia otros).

Dependiendo del temperamento del niño, su edad y circunstancias ambientales las manifestaciones celotípicas variarán entre los dos extremos propuestos pudiendo simultanear una combinación de ambas.

En general, los niños celosos pueden manifestar algunas de las siguientes conductas:

  • Cambios de humor no justificados.
  • Signos de infelicidad. Lloro frecuente sin motivo. Tristeza acompañada de manifestaciones verbales de no sentirse suficientemente querido.
  • Aparición de nuevas conductas (no presentes hasta la llegada de un hermano o ya superadas) normalmente desadaptadas con el simple motivo de llamar la atención de los padres (pipi en la cama, negarse a comer, agresividad injustificada hacia objetos o animales, comportamiento social anómalo, etc.).
  • Cambios en la expresión verbal y gestual. Vuelta a un lenguaje más infantil con presencia de gestos inmaduros como chuparse el dedo.
  • Alteraciones en los patrones de comida (menos apetito o más selectivo con los alimentos, rechazando platos antes preferidos o se le tiene que dar la comida) y sueño (insomnio, despertar nocturno, solicitar dormir con los padres, etc.)
  • Negativismo, terquedad, dificultad para obedecer. En los casos más extremos: oposicionismo, agresividad manifiesta y actitud desafiante hacia padres y compañeros.
  • Negar sistemáticamente los errores propios y culpabilizar a los otros de sus problemas o actitudes (en especial al hermano objeto de celos).

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