Angustia ante la falta de felicidad parental inmediata
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¿Por qué algunos padres no sienten la felicidad parental desde el primer instante?

¡Por fin está aquí el bebé! Ahora debería aparecer también esa abrumadora felicidad parental, ¿no?
Esta es una pregunta muy frecuente que se hacen muchos padres primerizos y genera mucha angustia. Y la respuesta es: NO, normalmente se hace esperar. ¿Por qué pasa eso? ¿Por qué algunos padres no son felices desde el primer instante?

Un parto siempre es un momento especial. Pero hay que tener en cuenta que el bebé acaba de salir del vientre materno, agotado por el nacimiento, pero ansioso por conocer el mundo. Además, la madre está muy cansada, pero feliz, y el padre se siente orgulloso y aterrorizado a la vez.

El parto también es el momento en el que se comienza a establecer los primeros lazos afectivos entre el padre, la madre y el bebé, un maravilloso vínculo que durará toda la vida. Se podría decir que es “amor a primera vista, y es para siempre”. Así debería ser, pero a veces no lo es. De hecho, la realidad es muy diferente en numerosos casos…

Muchos padres se sienten aturdidos cuando no experimentan una reacción inmediata de fuerte amor por el recién nacido. El motivo es que circulan demasiadas ideas preconcebidas sobre la felicidad maternal y paternal que no siempre se corresponden con la realidad. Eso es lo que nos han dicho generación tras generación y enseñado en las películas, libros, revisas… Pero hay 2 mitos importantes a tener en cuenta:

  • El mito: somos super felices.
  • La realidad: Las expectativas de los padres primerizos son altas, pero ¿cuánto amor, cuánta felicidad es normal en la sala de parto? ¿Soy una mala madre si no estoy eufórica y loca de alegría? ¿Aman todos los padres de inmediato a sus hijos? NO. La felicidad exultante es la excepción, no la regla. Está bien si surge, pero no es ningún drama si falta, ni es un signo de falta de cariño ni se hace ningún daño al bebé. A veces un par de horas, a veces un par de días, y en ocasiones un par de semanas. Garantizado.

  • El mito: Nuestro amor es siempre tierno.
  • La realidad: tierno, espléndido y de color de rosa. En la televisión y en las revistas podemos ver cómo tiene que ser el amor maternal y paternal. Y después estás en casa y lo que quieres hacer conseguir que el bebé deje de llorar. El amor por los hijos puede expresarse al principio más como preocupación que como ternura.

    Ese fue el caso de Patrick O’Malley, que le ha escrito una emotiva carta a su hija de tres años. Escribió detalladamente cómo fue su experiencia y cómo han sido las distintas etapas que ha pasado junto a su hija. Aunque en un principio solo estaba destinada a ella, decidió compartirla en Internet porque pensaba que el suyo era un caso aislado, pero al hablar con su hermano y algunos amigos comprendió que no era el único. Por ello, espera que su carta anime a otros padres a compartir sus experiencias y demostrar que hasta las relaciones más fuertes entre un padre y su hija pueden tardar un tiempo en construirse.

    Patrick afirma que el día del nacimiento de su hija estaba “aterrorizado” e inmerso en un “torbellino de emociones”. “Algunos padres se enamoran inmediatamente de sus hijos, a otros, sin embargo, les cuesta algún tiempo”, relata en la carta. Sin embargo, un momento clave en la creación de ese lazo de unión con su hija fue cuando ella aprendió a hablar: “si hubiera sabido que escucharte decir mi nombre mientras corres a mí con los brazo abiertos, me aliviaría después de un día tenso y estresante…”. Finalmente, concluye la carta declarando: “¿cuándo me enamoré de ti? Desde el primer momento en que te vi. Solo que no lo sabía aún”.

    “107, 048, 700 segundos. 1, 784, 145 minutos. 29, 735 horas. 1, 238 días. 177 semanas. 88 quincenas. 40 meses. 3 años. Ése es el tiempo que te he amado. Naciste siendo una bebé. Profundo, ya sé. Pero es importante. Si hubiera sabido cuánto te iba a llegar a amar, hubiera tratado de capturar el momento de tu nacimiento elocuentemente. Fue largo, estábamos cansados y tú no querías salir. Recuerdo haber estado aterrado, y me acuerdo de la textura de plástico del cordón umbilical mientras las tijeras médicas brincaban en mis manos temblorosas.

    Si hubiera sabido cuánto te iba a amar. Fui a casa y era un torbellino de emociones pero no había comprendido la magnitud de este momento que cambiaría mi vida. Si tan solo hubiera sabido entonces lo mucho que harías crecer mi corazón. Dormí, desperté, te visité y repetí esto hasta que llegaste casa. Luego llegaste a casa y no sabía qué hacer. Algunos papás se enamoran inmediatamente y a otros les toma tiempo que crezca la flama. ¿Es una cosa horrible de decir? ¿O se espera que tengamos una conexión inmediata con nuestros niños que la sociedad nos pone en una posición en la que nos sentimos una persona inadecuada?

    Si sólo hubiera sabido qué haría explotar mi corazón. Hacer que mis ojos lloraran, que la garganta se me cerrara mientras pasaba un nudo. Tenía miedo de tener una niña, no sabía qué hacer con las niñas. ¿Iba a ser un buen papá? Mi modelo a seguir masculino no había sido uno bueno, ¿sería yo uno bueno para ella? Un millón de pensamientos, sentimientos y emociones nublaban mi misión. Me restaban de este milagro. Tú siempre estuviste presente.

    Después comenzó la preocupación. Antes del ‘amor’ hay miedo. ¿Estás comiendo bien? ¿Estás bien? ¿Estás durmiendo bien? ¿Por qué es ese el color de tu piel? ¿Qué es un saca mocos? ¿Tienes fiebre? ¿Te están saliendo los dientes? ¿Por qué vomitas? ¿Cuándo vas a dejar de vomitar? Ouch, veo tu piel lastimada, ¿cuánta pomada? ¿Cuánto tiempo sin pañal? ¿Cuánta fórmula? ¿Cuánta popó es demasiada? ¿No acababa de estar enferma?

    Noches sin dormir oyéndote toser, suspirar, estornudar, siempre preocupándome que no despertaras. ¡Llanto! ¡Por lo menos! Al menos sabía que estabas viva. Si tan solo hubiera sabido que me llamarías Papi y me dirías que me querías. Volteo atrás y pienso en todos los momentos. Las infinitas caras divertidas y las incansables expresiones. El continúo movimiento de la lengua que adquiriste. Tu primera sonrisa. Tu primera risa. Cuando te cambiaba y me pegabas en la panza y pensabas que era lo más divertido del mundo. Verte como pegabas con total desprecio por tu seguridad personal. Gritabas de emoción cuando me veías. Cuando tu cara se ilumina…Si hubiera sabido que los momentos más glorioso de mi vida serían cuando esa luz brilla sobre mí. Todo esto pasa muy rápido. Un segundo estás acostada, al siguiente sentada, luego gateando, luego caminando…luego palabras.

    Si solo hubiera sabido que me dejarías sin dormir con estas palabras, que no dormiría hasta escribir esto. Que lloré escribiendo esto.
    ¿A dónde se fue mi bebé? ¿En dónde encontraste este poder que tienes sobre mí? ¿Cuándo me volviste tan sentimental? ¿Cuándo mi corazón se puso tan expuesto? ¿Cuándo se tocaron nuestras almas y provocó que la mía se emocionara?

    Lo que da más miedo de esto es que parpadeas y todo cambia, un momento se mueve al otro. Las fases vienen y van, y una vez que una pasa, nunca la puedes traer de vuelta. Cómo quisiera congelarte en esta fase. Desearía que pudiera capturar claramente esta fase. Pronto estos momentos serán memorias y unas cuantas fotos en un álbum.

    ¿Cuándo me enamoré de ti? Desde el primer momento en el que te conocí. Simplemente que no lo sabía todavía. 107, 048, 700 segundos. 1, 784, 145 minutos. 29, 735 horas. 1, 238 días. 177 semanas. 88 quincenas. 40 meses. 3 años. Ése es el tiempo que te he amado”.

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