¿Por que hay tantas separaciones o divorcios después de las vacaciones?
Blog, Psicología Adultos

Separación o divorcio después de las vacaciones

Cada vez son más las personas que deciden acabar su relación de pareja tras un periodo de tiempo en el que las expectativas de cada uno no se han visto cumplidas. Aunque las separaciones se dan a lo largo de todo el año, son las vacaciones y el inicio de año las fechas en las que se da un mayor porcentaje de separaciones.

Los motivos de una separación son muy variados y dependen mucho de factores como el nivel social y cultural, la situación económica y laboral, el entorno social y familiar de cada pareja, etc. Pero también una falta de complicidad, comunicación e intimidad, pérdida de compromiso dentro de la pareja, entre otros. Sin embargo, existen unas causas concretas asociadas especialmente al periodo vacacional que son las responsables de las rupturas.

Se supone que las vacaciones son una época de relajación en la que se propician los momentos de ocio, relax y tiempo libre, y tenemos más tiempo para compartir y estar unidos. Estas características que, en principio, pueden parecer positivas y agradables para cualquiera, se pueden volver negativas para parejas que ya estaban padeciendo malentendidos a lo largo del año.

¡Caos ante un cambio de rutina!

Tengamos en cuenta que muchas parejas, sobre todo las que poseen una relación estable, casadas y con niños, establecen una rutina a lo largo del invierno en la que los roles están muy bien definidos. Como por ejemplo, las tareas domésticas, el cuidado de los hijos y los trabajos de cada miembro, requieren una organización de tiempos y horarios para que todo marche adecuadamente.

A menudo, esto repercute en días exhaustos en los que la pareja no tiene tiempo ni para hablar, mirarse a la cara, cada uno se dedica a lo suyo y los dos pasan poco tiempo juntos, con lo que las cosas van funcionando porque hay poco tiempo para discutir y/o para llegar a acuerdos. Esto, a la larga, puede provocar muchas insatisfacciones por conflictos sin resolver para ambas partes.

Cuando llegan las vacaciones, la cosa cambia bastante y necesitamos recolocarnos ante la nueva situación, ya que hay más tiempo libre y la pareja puede disfrutar de momentos de ocio y relax. Precisamente, esta nueva rutina es la que puede minar la pareja, que ya venía “tocada” del resto del año.

Las vacaciones pueden ser necesarias para desconectar de los problemas cotidianos pero también pueden aumentar la intensidad de vivir estos problemas. Como por ejemplo, pueden aparecen discrepancias en muchos puntos, como “el lugar donde veraneamos”, “si nos acompañan los abuelos o no”, “la economía”… Además, los niños pasan todo el día en casa y necesitan distracciones y con ello, los padres pueden sentirse agobiados y descargar su malestar contra su pareja. La culpabilidad y responsabilidad sirven de arma arrojadiza para el cónyuge, que se comportará igual, lo que generará una verdadera batalla campal entre ambos.

Cuanto mayor es el tiempo juntos, puede haber más discusiones

Desde luego, este tipo de parejas no han aprendido a vivir con tiempo libre y se dedican a discutir en vez de a disfrutar. En invierno todo iba bien porque se había generado una rutina y había pocas oportunidades para centrarnos en los defectos del otro. Pero el verano es la época ideal para abrir los ojos ante ciertas cosas o para darnos cuenta de muchas otras. Durante el año, la pareja permanece prácticamente separada y en verano tiene que estar junta, y no saben qué hacer, no tienen el hábito y se generarán discusiones por cualquier tema. Los roles se confunden o se intentan mantener, y por eso no funciona.

¡Ojo con la influencia del Síndrome Postvacacional!

La negatividad vivida en el tiempo de verano puede alargarse hasta bien entrado septiembre y octubre (un par de meses después de las vacaciones). El malestar no mejora a pesar de haber vuelto a la rutina habitual y es el momento de abandonar o buscar alguna solución.

Debemos tener en cuenta que es el momento de sufrir el famoso “Síndrome Postvacacional”, que tiene unas características que pueden ayudarnos a tomar decisiones inadecuadas. Este síndrome se acompaña de angustia y estrés debido a la vuelta al trabajo y a la rutina, por lo que la tristeza y melancolía pueden perjudicar a la relación de pareja. La persona se siente deprimida durante unos días y tiene la necesidad de readaptarse a la nueva rutina y sentir la necesidad de hacer cambios en su vida.

Con este bajón estacional no es muy adecuado tomar grandes decisiones, ya que el síntoma depresivo puede ayudar a verlo todo más negro de lo que es. Es aconsejable esperar al menos un mes después de la vuelta para empezar a plantearnos grandes cambios, ya que necesitamos estar lúcidos de mente para afrontar la decisión con seguridad y nunca con dudas.

Desde luego, está claro que las vacaciones no son la causa de que las parejas se separen. Por supuesto, hay un historial en cada una de ellas que viene de largo y que no surge de la noche a la mañana. Lo que sí es cierto es que el periodo estival es un momento ideal para que se produzcan cambios en los comportamientos de cada pareja, lo que ayuda a ver las cosas desde otro punto de vista.

Muchas actitudes tienen justificación durante el año por el trabajo, el estrés, la ansiedad, la falta de tiempo libre, etc., pero en vacaciones ya no son justificables y es aquí cuando hay que plantearse lo que estamos haciendo, y si nos estamos engañando con justificaciones invalidas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *